RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

14 dic 2011

Nota Cultural




Actividad no es lo mismo que productividad.

La primera tiene mucho que ver con el movimiento, con una acción, con una posibilidad; la segunda con, crear, elaborar, fabricar, obtener, osea con la aparición de algo concreto, algo material.

La mayoría de las personas, se pasan la vida en plena actividad, y no consiguen obtener el producto que buscan; a veces es algo tangible como el dinero, otras algo casi imposible como la salud, otras como no, el amor, pero en realidad el verdadero objetivo, el verdadero producto es la felicidad; lo que ocurre es que por lo general, no nos llega de golpe, sino racionada.

A veces cuando se obtiene ese deseo, cesa la actividad, y la gente se pregunta ¿y ahora que?; de la falta de actividad a la apatía hay un corto trecho, y en más de una ocasión comenzamos a hablar de dejadez, falta de ánimo, de entusiasmo, de poca o ninguna motivación, de indiferencia, para terminar en más de un caso, sufriendo una enfermedad bastante moderna: crisis nerviosas.

¿Cual es el motivo? ¿Como es posible que una vez alcanzado nuestro mayor deseo, ocurran estas cosas?

Hay varios motivos, uno de ellos es que nuestro modo de vida desde el momento en que hemos alcanzado lo que deseábamos cambia; toma un rumbo diferente, o se estanca.

Hablábamos de falta de entusiasmo, de motivación, etc. pero no habíamos dicho nada de la pérdida de ilusión y precisamente esa es la cuestión; ahora nos falta la esperanza que nos animaba cuando teníamos un sueño, un proyecto, una meta.

En el deporte ocurre muy a menudo, atletas con un futuro brillante, que copan desde muy jóvenes puestos de honor en todas las competiciones; llega un momento en que se hacen adictos a los aplausos, a los trofeos, a las medallas y se piensan erróneamente que ya han llegado, que ya han alcanzado su objetivo, cuando es evidente que aún están aprendiendo a andar sin caerse; en la mayoría de ocasiones, mal aconsejados, se olvidan de que con catorce o dieciséis años aún no han salido del cascarón, y que para conseguir su verdadero objetivo, aún deben seguir peleando muchos años.

En el deporte ocurre también a menudo, que se buscan los éxitos con tanta urgencia, que como consecuencia de no haber apuntalado bien algunos peldaños, la escalera se rompe y el atleta da con sus huesos estrepitosamente en el suelo.

Evidentemente, nos falta ilusión, porque hemos dejado de remar y la barca no se mueve, y esa puede ser la clave; el agua quieta se corrompe, y las personas sin futuro y sin esperanzas se deprimen; de modo que si queremos movernos no nos queda otra que seguir remando; comprender que el mundo se mueve con nosotros y sin nosotros; que debemos aceptar situaciones nuevas y adaptarnos a ellas y que a veces para llegar a un punto no nos sirve la línea recta.

Concluyendo: No debemos cesar en nuestra actividad aunque hayamos alcanzado la meta, sino obligarnos a ampliar nuestro campo de acción, buscando otros objetivos; continuar viviendo, y generando nuevas ilusiones.

Y en relación a la fuerza que nos debe mover, ya lo dijo Albert Einstein:

Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor y la electricidad, la voluntad”