RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

18 may 2013

EL DULCE SABOR DE LA DERROTA



Parece ser; la palabra derrota, un término netamente militar, que tiene mucho que ver con cierta visión, de un montón de hombres desperdigados por el campo de batalla, tirando las armas para poder correr más rápido y en una situación de “sálvese quien pueda”, que no dejaría de ser esperpéntica, si no fuera por la enorme relación de este acto con el sufrimiento y la muerte.

No está lejos de la definición otra palabra conocida: “derrotero”; influencia por lo visto, del término francés “déroute” (desbandada, dispersarse, perder el rumbo); que finalmente llegaría hasta nosotros como “rota” (fuga; es decir abandonar apresuradamente un lugar).

Por lo que se ve, una palabra en sí misma, es un hecho aislado si no la relacionamos con otras; pues bien, eso mismo ocurre con aquellos que se sienten derrotados en su vida deportiva; siendo esa derrota, un eslabón más, en una larga cadena de acontecimientos.

El deportista no suele salir al albur; sino con alguna idea de lo que puede acontecer a lo largo de la competición. Sin embargo, a veces sin saber muy bien el porqué, pierde el norte, y toma otros derroteros; otros caminos que no estaban previstos. Son esas situaciones las que le abocan a lo incierto; y ante el protagonista, aparecerá un muro, en lo más oscuro de su cerebro, que va a suponer un tremendo lastre para alcanzar sus objetivos.
Hay individuos que confunden guerra y deporte. En la primera, se trata de utilizar todos los medios y estrategias para desmoralizar, inutilizar y derrotar al adversario; en la segunda, solo existe un protagonista, a veces vencedor, y otras ese hombre del que hablábamos antes, desperdigado por el campo de batalla, perdido el rumbo y desmoralizado.

Cierto, que todos hemos oído hablar de cierto jugador de ajedrez, que ganaba las partidas antes de sentarse frente al tablero, gracias a un enorme trabajo de desgaste sicológico de su rival. No; no es ese el tipo de procedimiento, tipo, “calentar el partido” que nos gusta, ni es fácil encontrar un corredor que salga dando gritos y mirando a sus rivales directamente a los ojos con la intención de paralizar sus piernas ya desde la salida .

En los deportes individuales sobre todo, deben prevalecer estrategias, alejadas de la trampa y la cobardía, porque incluso la victoria puede ser amarga cuando se sabe que no se han cumplido las normas de buena conducta.

La derrota, tiene sabor amargo; a veces es un síntoma de descontrol, de no confiar en las posibilidades, de ausencia de motivación, e incluso de cierta cobardía.

No suele ocurrir muy a menudo, pero existe un tipo de derrota, dulce, agradable; casi deseada, que es la que proviene de una retirada por hartazgo, por acumulación de sensaciones desagradables, por no encontrar el sitio, o porque físicamente el deportista siente que no puede más. En este caso el individuo  aún no consiguiendo su propósito, encuentra una situación de liberación, al poner fin a sus problemas con el abandono.

Sin embargo, cuando corres todo lo que puedes, cuando das todo lo que tienes sin reservas, cuando no te engañas a ti mismo con falsas expectativas, cuando comprendes que el error es una herramienta para el aprendizaje, o cuando no te rindes, y aún así, no eres capaz de impedir que te adelanten casi todos o todos los corredores; la derrota puede ser dulce, porque no estás aplicando términos de guerra, sino disfrutando de una partida contra ti mismo, y es posible que incluso llegando el último, hayas hecho la mejor carrera de tu vida, que tu meta era finalizar, o que simplemente te hayas encontrado tan bien durante todo el recorrido, que ya estás pensando solamente, en repetir de nuevo cuanto antes.