MARCHANDO OTRA DE TROTABUHOS
Superior,
excelente, sobresaliente, grandiosa la noche sobre esta pequeña
población que nació como un campamento militar, a principios del
año cuatrocientos de nuestra era.
Uno
se imagina a los soldados haciendo guardia con un cielo tan estrellado y
como dirían algunos “lo flipas”. Yo tengo que confesar que
siempre que me encuentro al Santi este, con su barba y esa pinta tan
característica suya, me lo imagino vestido con un “amictus”(1)
sobre la subúcula(2) y a la cintura un enorme cingulum(3) con un
pasador de oro puro, rematado todo ello con un precioso
“pileus”(4)sobre la cabeza y sus calceis(5) si era festivo o sus
cáligas(6) si era día de faena. No hubiera ligado el tío ni nada
con lo que molaban en aquella época, los hombres con mucho pelo en
la cabeza.
Como
decía; una noche radiante para salir al monte. A eso de las nueve de
la noche se dio la salida, y como siempre algunos salieron disparados
como si les fuera en ello la vida; seguramente a causa de cierta
patología, a la que los griegos denominaron “El hubris”(7).
Yo
por mi parte cogí la punta sin demasiados agobios; o pensé que esa
era mi posición hasta que apareció un elemento por detrás
farfullando no se que del gepeese y los satélites; el caso es que el
tío, tras aguantar un rato a mi lado, decidió irse para adelante
(!); de modo que otra vez era yo de nuevo la punta.
El
recorrido; matador, y me quedo corto, que conste; ya de salida había
que cruzar un pequeño puente de cemento, de poco más de medio
metro, sin barandilla, sobre un río infernal, que solo mirar para
abajo, se te ponían los pelos de punta, pues el fondo ni se veía.
Por un pelo, no hubo desgracias, pues justo por allí treinta
centímetros salvaron a una corredora de caer al vacío.
Tras
vueltas y revueltas por el monte, escalamos una cuesta, con tal
inclinación, que más de una pensó que el Santi nos enfilaba
directamente para el más allá.
Eso
sí, la señalización, impecable, una banderita reflectante por
aquí, una flechita por allá, e incluso en cada punto conflictivo,
unos paisanines con sus todo terreno por si había que desalojar al
personal, y que no paraban de animar con gritos del tipo “venga
tíos que es para hoy” “vamos hombre que hace ya más de dos
horas que pasaron los primeros” y cosas por el estilo, que la
verdad, siempre animan. Eso sí, un poco machistas, porque a mis
compis; las pobres, ni caso.
Las
bajadas cosa de película; aquí no creas que podías deslizarte de
culo, salvo que fueras masoca; porque menudos piedráncanos que hay
por estos montes. Menos mal que nos colocaron un par de amarres que
nos permitieron realizar excelentes cordadas, porque de otro modo,
habríamos salido todos en los noticiarios.
No
faltará quien piense que exagero, pero algunos puntos del recorrido,
eran verdaderos laberintos; encrucijadas preparadas para
desorientarnos y hacernos sufrir; solo diré que en algunos tramos si
mirabas al suelo tropezabas con las ramas y si mirabas para arriba
con las raíces que parecían estar allí colocadas a propósito.
Yo
la verdad, no me quejo, porque lo pasé genial y además disfruté de
una buena compañía. En una de las revueltas el Santi, se ve que
contrató al chico ese del famoso “tren de la bruja”; de modo que
cuando aparecimos por donde estaba escondido; salió dando gritos
como un loco desde detrás de un árbol, con tal maestría, que la
chica con la que estaba en ese punto, se me abrazó con tantas ganas,
que mientras la sujetaba con una mano, con la otra ya le estaba
enviando un “guasas”(8) a la mujer con el siguiente mensaje “lo
siento cariño, no me esperes, que me he enamorado de otra”; en
mala hora lo envié, porque la chica en cuestión, en cuanto puso
los pies en el suelo, también los puso en polvorosa y visto y no
visto, que ni al picoteo se quedó.
Ya
a las tantas, una vez de vuelta, y tras más de dos horas pelando un
frío del copón en la puerta de la calle; me toca discusión con los
municipales que me querían llevar al cuartelillo por vagabundo;
menos mal que apareció el vecino del sexto y pudo confirmar a duras
penas mi identidad.
Luego,
lo que me faltaba; que tampoco me abrían la puerta; yo que si era
broma cielin, que si fue cosa del Iván que estaba de guasa, que si
me pase con el orujo; el caso es que a las seis de la mañana, no
supe que decirle a la vecina harta ya de tanto ronquido en la caja de
escalera.
A
ver si con un poco de suerte la mujer se levanta de buenas, y queda
todo en una anécdota.
1.
Toga romana para el exterior del cuerpo.
2.
Túnica interior que hacía las veces de pijama.
3.
Cinto romano.
4.
Gorro o sombrero romano.
5.
Sandalia tradicional.
6.
Sandalia con clavos para mayor tracción sobre terrenos complicados).
7.
Ego desmedido, sensación de tener dones extraordinarios que le
permiten a uno enfrentarse a los propios dioses.
8.
Que vienes a mirar aquí tonto el haba. ¿Me vas a decir que no sabes
lo que es un WathsApp?.
ESTOS PATROCINADORES, NOS REGALARON LAS CAMISETAS...