Obstáculos benéficos
Sales un día cualquiera
de casa, pensando que a las doce tienes que ir a no sé dónde; que
ayer olvidaste llamar por lo de la caldera, que te da que no va a ser
este tu mejor día porque por la tarde tienes un montón de cosas que
hacer, y que encima como tienes que llevar el coche, lo más seguro
es que no encuentres donde aparcar.
Los obstáculos nos sirve
a veces, para reconducirnos por el camino verdadero, que nos
empecinamos en abandonar tan a menudo. A veces la adaptación no
requiere demora, otras esas trabas son una ayuda necesaria.
Al igual que nos ocurre
cuando nuestro ordenador se niega a arrancar hagas lo que hagas y no
queda otra solución que formatear, aún a costa de perder el
contenido del disco duro; lo mismo, pero de manera voluntaria,
deberíamos hacer a menudo con nuestras vidas.
Se nos antoja como una
enorme tarea ejecutar este acto con nosotros mismos, porque estamos
ligados a la materia ocasional, la tele, el móvil, el sofá, y un
número creciente de inventos “maravillosos”, sin los cuales
podríamos vivir perfectamente.
Aunque fuera de un modo
parcial, sería un ejercicio muy saludable para cuerpo y espíritu,
hacer una limpieza sistemática y deshacernos de muchos de esos
trastos inútiles que atesoramos más por vagancia que por
inteligencia sabiendo que más temprano que tarde volveremos a
llenarlos de telares que nada aportarán a nuestras vidas.
Ya puestos, deberíamos
hacer lo mismo con otras zonas de almacenaje que no son visibles al
ojo humano; estamos hablando de nuestras mentes que también se
llenan de suciedad y que necesitan limpiezas más habituales de lo
que la mayoría de la gente piensa.
La limpieza tiene dos
factores de grandísima importancia, por un lado tiene un componente
de liberación, y de satisfacción que son primos hermanos, y por
otro de utilidad, puesto que al hacer huecos nos entrarán más
cosas; pero hay otro factor aún más importante, cuando aceptamos la pérdida, nos damos cuenta de que al final nuestras posesiones tampoco eran tan importantes, incluso, tal vez sintamos cierto desahogo al llevar menos lastre.
Pero ¡ojo!, no te
emociones y llenes ese espacio vacío demasiado rápido.