Salen a disfrutar de las
estrellas (cuando las hay); se dan trompadas y se hacen
heridas a veces importantes; cuando la luz natural desaparece,
establecen un vínculo entrañable con los hombres de la mina, sus
ojos y su seguridad dependen de los frontales que les irán indicando
el camino a seguir.
Son como serpientes
fosforescentes señalando su presencia a kilómetros de distancia,
puede hacer un frío de muerte y sin embargo sudan como si estuvieran
en la playa a pleno sol; son muchos los que parecen alimentarse de
sufrimiento y podría dar la impresión de que el dolor, y el castigo
físico son una parte vital de este tipo de vida nocturna.
En ocasiones los propios
habitantes de aquellos lugares por donde pasan observan extrañados
durante unos instantes y muy de cerca a esos seres de dos patas, poco
habituales que invaden por unas horas su territorio.
La mayor parte se saluda,
hablan, comen y beben sin prisas, tomándose su tiempo; otros sin
embargo huyen como si les persiguiese el mismo diablo.
Son andaluces,
madrileños, cántabros, asturianos, gallegos, leoneses y de todas
las nacionalidades posibles, pero en la batalla parecen todos
iguales, no hay hombres ni mujeres, no hay autonomías, solo entes a
veces visibles que pululan en la oscuridad, como cualquier habitante
de la montaña.
Hacen de la rareza una
forma de vida placentera, por mucho que para otros esta actividad sea
una forma de suicidio en la que no participarían jamás, sin
imaginarse ni de lejos, que es ese suicidio el que les permite
renacer cada día y cada noche de sus vidas.
No siempre las cosas
salen como quieren, pero aún así volverán y volverán porque las
palabras testarudo y obstinado son como un apéndice más en su
cuerpo a veces magullado.
A veces se comportan como
hombres, entonces lloran ellas y lloran ellos, pero por lo general
sonríen incluso cuando sufren los dolores más tremendos y si lo
imposible no les frena, continúan con su dolor, porque saben que si
consiguen sus retos, los días en que les tocará contar sus
historias y sus experiencias, disfrutarán mucho más que cuando
andaban por la montaña subiendo y bajando, perdidos a veces y
reencontrados casi siempre.
Son los verdaderos
siervos de la noche, porque nada piden y lo ofrecen todo, porque a
pesar de dejar constancia de su paso por los lugares más
inverosímiles, los auténticos, siempre buscan el modo de minimizar
su huella para que la próxima vez, todo esté como debe ser, y si no
tienen la fortuna de repetir, que sean otros los que disfruten de lo
que ellos disfrutaron y disfrutarán durante toda su vida.
Pero que nadie se olvide,
que esta es solo una más de sus múltiples vidas, las otras cada uno
las contará evidentemente a su manera.
Con este primer tramo nocturno, doy comienzo al reportaje del GTP de este pasado fin de semana, iré añadiendo más a medida que vaya comprimiendo las fotos restantes (unas 500 en total). Espero tenerlo todo en un par de días a lo sumo, pero ¿quién sabe lo que va a suceder mañana?.
Con este primer tramo nocturno, doy comienzo al reportaje del GTP de este pasado fin de semana, iré añadiendo más a medida que vaya comprimiendo las fotos restantes (unas 500 en total). Espero tenerlo todo en un par de días a lo sumo, pero ¿quién sabe lo que va a suceder mañana?.