SIMPLEMENTE UNA COMIDA
Hoy he quedado para comer
con un buen amigo; en realidad, no se si el término amigo es el
correcto, porque también es un discípulo, un alumno aplicado, y no
se si exagero al decir que por aquello del vibrar a veces igual y a
veces desigual, se le podría considerar, como un hijo adoptivo.
La existencia tiene
caminos, senderos y a veces vericuetos, y ese recorrido de lo
sencillo a lo complicado hace en ocasiones hombres hechos y derechos.
La vida presente, con sus
prisas, sus modernidades e incoherencias diarias, no nos deja tiempo
para lo auténtico, de modo que cada vez las personas aún dando la
impresión de que se acercan, en realidad se alejan más y más.
Hoy lo virtual sale
victorioso frente a lo real, que minuto a minuto, se torna un bien
escaso, limitado, raro, muy raro. Nos podemos poner en contacto con
gente alejada de nosotros por miles de kilómetros, y sin embargo ese
avance tan importante visto desde el punto de vista de algunos, es un
claro retroceso desde el punto de vista de otros (cada vez menos).
La ilusión con la que se
recibía una carta hace tiempo, las expectativas y la puesta en
marcha de las papilas gustativas, amén de un imperceptible cambio en
el ritmo de los latidos del corazón ante lo desconocido de cuatro
letras, prácticamente ha desaparecido en la actualidad. Hoy vivimos
a ritmo de relámpago, ese resplandor tan repentino, tan breve que no
nos da ni tan siquiera para intuir lo que sucedió durante ese
instante. En la actualidad, ese resplandor nos ciega y el estruendo
añadido, nos descoloca, nos desorienta y nos doblega.
El progreso nos guía por
caminos retorcidos, y casi nunca nos lleva donde queremos; pues como
si tuviera vida propia, nos controla, nos dirige y nos hace olvidar
hasta nuestra propia esencia, convirtiéndonos a uno tras otro en
verdaderos autómatas, simples peleles, imitadores de no se sabe que
tipo de representación mental que nos han introducido en el cerebro,
como se le hace entrar la cuchara en la boca de un bebé.
Hoy decía, hemos comido
en una cueva, una bodega trabajada a golpe de pico, en la que nada
más entrar, vuelves sin querer al pasado, a sabiendas de que estás
en presente: Hasta llegar allí, hemos charlado, mientras pedíamos
la comanda se han intercambiado opiniones; entre plato y plato hemos
recordado a los amigos, se ha hablado de sucesos y de lo desconocido,
lo incierto, lo que está por venir; y aunque el tiempo no se para,
aún hemos tenido tiempo para tomar otro café y alargar estos
agradables momentos, porque ambos sabemos que a partir de mañana el
contacto será virtual, no real, y que por mucho que pulsemos una u
otra tecla, siempre habrá un muro en forma de pantalla que intentará
simular el presente, cuando sabemos sobradamente que en realidad será
el pasado.