CHRONICA
VERTICALIS
Hay
gente para todo; gente de “capi”, de pueblo; les hay que lidian
bien con el calor, mientras otros se aplanan por completo, les hay
que se enamoran de un charco y quienes no quieren ver el agua ni en
pintura; les hay que disfrutan con el plano y los que “dicen que
disfrutan” cuando la cosa se pone empinada.
Llevo
estos últimos años observando corredores, de los que disfrutan
subiendo a la carrera; de esos que cuando los demás caminamos con
grandes dificultades, ellos corren como si estuvieran bajando; aunque
también tengo que decir que conozco alguno que camina tan rápido
como otros que corren; como se ve hay para todos los gustos.
Lo
del vertical de este fin de semana, me ha dejado conmocionado;
entendámonos, no es que los desniveles fueran lo nunca visto (aunque
algunos dijeran que sí), no se trata de que tuvieran que subir a
pulso entre roca y roca (aunque muchos se vieran obligados a
ponerse a cuatro patas), no me estoy refiriendo a que sudaran la
gota gorda (que la sudamos); me estoy refiriendo a esa enorme
fuerza de voluntad que atesoran el 99% como mínimo de los
participantes en este tipo de pruebas.
He
visto lágrimas de dolor, gestos de desesperación, repetidos
intentos de renuncia, conatos de retirada y hasta gritos de dolor,
pero unos y otros no se permitían más que una diminuta pausa de
descanso y tras una mirada a lo alto (ya solo ese gesto requiere,
no se si mucho valor o algo de estupidez), ¡hala! Otra vez para
arriba.
Como
se suele decir, no fue el mejor día en lo tocante a la climatología,
pues los espectadores que pudieron disfrutar de algo de sombra a esas
alturas, comprobaron por sí mismos, como todos los corredores sin
excepción llevaban sus camisetas como si viniesen de la ducha.
Esto
no es balón pie señores, aquí hasta el último mono suda sangre;
cuantas batallas se habrían ganado en otra época de haber contado
con guerreros de este calibre.
Las
ves a ellas, algunas con sus cuerpecitos que parece que van a
romperse y a ver quien es el guapo que intenta seguir tras sus pasos.
Les
ves a ellos de todos los tamaños y todos los pesos y no aciertas a
comprender como es que la totalidad culmina una prueba de
este calibre.
Algo
tiene que tener esta gente que quisiéramos la mayoría, algo este
tipo de pruebas que atrae cada vez más público, algo o alguien
serán los responsables de que los paisanos de los pueblos se
vuelquen, y presten su ayuda en estos eventos.
Esto
era solo un kilómetro vertical, (no llegaba a los cuatro
kilómetros), pero es que al día siguiente y en en mismo lugar
(alrededores de la localidad de Palacios
del Sil), se celebraba otro acontecimiento de
relevancia, el “TRAIL CUETO DEL OSO”
y muchos doblaron.
El
nombre de esta prueba no es gratuito, pues circunda zonas por donde
efectivamente se pueden ver osos muy a menudo; afortunadamente como
me contaba Vicente, no suelen atacar a los viandantes (“una vez
saliendo de una curva cerrada, me encontré con uno de frente; yo no
se quién de los dos se asustó más, pero el salió corriendo a
cuatro patas y yo lo mismo, que aún me late fuerte el corazón cada
vez que lo recuerdo”)
La
distancia eran 26kms con algunas zonas de dificultad real como la
vida misma; las circunstancias son diferentes; pues se necesita mucho
más personal, ya que hay que controlar los pasos de los corredores
en diferentes puntos, hay que proporcionarles agua y algo de comida, tener
vehículos dispuestos para trasladar a posibles lesionados o
retirados, subir y bajar todo lo necesario, incluido el personal de
la cruz roja y entre otras cosas, por supuesto marcar y desmarcar
todo el recorrido.
No
se sufre más ni menos, pero se sufre durante más tiempo, pues entre
el recorrido también podemos encontrar kilómetros verticales, con
el inconveniente de que igual te pillan con veinte kilómetros de
fatiga en las piernas y se te pueden hacer eternos, por lo que aquí
también se puede subir hasta el cielo buscando la felicidad, pero
mientras llegas y no llegas, toca, sufrir, sufrir y sufrir.
Las fotos del Cueto del Oso, en cuanto se pueda...