Hasta
hace relativamente poco tiempo, la base del sustento de las familias
campesinas, consistía en la autosuficiencia en forma de poco más
que cultivos reducidos a lo básico para alimentar a la familia y un
poco más, junto con la matanza del cerdo, alguna gallina o algún
conejo y en casos más puntuales hasta una vaca entera.
A
día de hoy, cada vez son menos las familias que continúan con este
legado, y si la matanza tiene visos de estar prácticamente
extinguida, el cultivo de la huerta, y algún que otro árbol frutal, puede que desaparezca en gran
medida al unísono que esta generación de ancianos que aún sienten
el azadón como una prolongación de su propia vida.
El
hecho de que cueste menos comprar los productos en el supermercado,
junto con las dificultades propias de la edad, está favoreciendo que
en un futuro todos dependamos de las estanterías de los grandes
almacenes, y digo grandes almacenes, porque intuyo que la tienda de
barrio si seguimos así tiene las horas contadas.
Depender
de las grandes superficies para nuestra alimentación básica, es
como decir, depender del afán desmedido de las grandes
multinacionales que llevan años jugando a cartas con las materias
primas que cada vez están más en las manos exclusivas de esos pocos
que saben como funciona eso de los “derivados financieros”,
que no es otra cosa que especular mediante “apuestas” con
aquellos artículos que son básicos para la supervivencia de la
humanidad.
Vivimos
en una época de corte totalitario, en la que aparte de respirar, lo
demás no está bajo nuestro control, y hay que decir que entre todos
lo estamos permitiendo. A día de hoy el control sobre las materias
primas da la impresión de haber pasado a un segundo orden; la moda
ahora, tiene que ver con manejar al individuo y quien sabe si jugarán
también a la ruleta con las probabilidades de supervivencia de la
raza humana .
Existe
un juego de probabilidades, en el que uno de los jugadores al final
muere, parece que su origen es ruso, (“la ruleta rusa”);
pues bien, gracias a la intervención de las mentes más brillantes
en física, economía, y matemáticas fundamentalmente, en las
grandes finanzas en las que por supuesto intervienen los bancos más
punteros, han conseguido que ninguno de los participantes muera en el
juego, sino que el muerto sea un tercero.
Juegan
fuera de las normas establecidas, si algún gobierno sabe algo calla,
sobre la mesa se cuentan miles y miles de millones, (la mayoría
ficticios), para el común de los mortales todo ese dinero va a
la deriva en un mar tempestuoso, pero ellos saben muy bien que nunca
perderán un centavo, porque siempre habrá un individuó, un grupo,
un gobierno o un conjunto de ellos, que se harán cargo de las
pérdidas, mientras ellos recuperan sus ganancias ahora sí, reales.
Son
verdaderos fabricantes de “crisis”,
han conseguido que solo unos pocos tengan más que el resto de la
humanidad, e influyen para que todo siga así. Han sido capaces de
anular en sí mismos, cualquier tipo de emoción o lazo afectivo con
el ser humano, piensan que unos cuantos millones de muertos cada año,
son la consecuencia lógica de los mercados ultraneoliberales, pues
su dios es el puñetero beneficio, y todo lo demás zarandajas.