Se habla mucho del
bipartidismo, como eje del mal endémico que sacude nuestro país,
demasiado a menudo se habla de fraudes, tráfico de influencias,
colusiones, sobornos, extorsiones y otros males a los que aún no se
ha puesto nombre, se habla de populismos y populistas, como si no lo
fuesen TODOS, y se habla demasiado a menudo de corrupción política
y empresarial.
Efectivamente el divide y
vencerás es en este caso curiosamente utilizado para unir más que
para separar, haciendo ver a los ciudadanos que solo dos de entre
todas las opciones merecen la pena.
Sobre los populismos,
poco hay que decir, porque tanto unos como otros intentan abusando de
ese fraude llamado engaño, convencernos de que las “ofertas” de
unos son infinitamente mejores que las del resto.
Sobre corrupción,
estamos llegando a un punto, en que duele hablar, puesto que las
consecuencias han llevado a una gran parte de la población a vivir
día tras día pendientes de un hilo, alcanzando cuotas increíbles
de sufrimiento agravadas en muchísimos casos por la casi dinámica
persecutoria de los actos de muchos ricos que luego sufren los pobres.
Mucho tiene que ver en
todo esto la total falta de empatía de la clase política sobre el
resto de los ciudadanos. Es tan grande el nivel de egoísmo por parte
de aquellos que toman decisiones para un país, que la mayoría no
sería capaz de imaginarse que el hambre sea algo real en el país que ellos
habitan.
Es aquí donde toma
sentido el término “casta”, porque realmente esta gente vive
dentro de un “circuito cerrado”, de tal modo que para acceder
hasta él, sería preciso primero desmontarlo (en eso están algunos
ahora).
Partidos y sindicatos (salvo esas excepciones que cumplen la regla), llevan muchos años planificando por encima de sus posibilidades a sabiendas de que si un día vienen mal dadas, siempre tendrán a mano un paracaídas inmenso llamado población. Tanto unos como otros han olvidado su verdadero deber, el de los partidos defender a los ciudadanos, y el de los sindicatos defender a la clase trabajadora.
En vez de esto, todos
ellos se han dedicado a mantener posiciones, empleando para ello todo
tipo de estrategias incluso en demasiadas ocasiones favoreciendo
descaradamente justo a quien tendrían que perseguir.
Una vez más se azota al
personal con ese látigo llamado “futuro”, y mediante el miedo a
lo que vendrá, intentan que nos olvidemos del ayer y el hoy que nos
han llevado y nos llevan donde ahora mismo estamos.
Puestas así las cosas,
no es de extrañar que el hartazgo popular esté alcanzando un punto
de no retorno; los motivos han estado siempre ahí, solo que ahora,
incluso los que no dudaban en ponerse al servicio de sus propios
maltratadores, se lo están pensando. Seguramente volverán a
caer en el error de creer que esta vez será diferente, pero solo el
hecho de que por primera vez se les vea dudar ya es un paso
gigantesco para todos, pues aún habiendo consentido estos años
dejarse gobernar por mandatarios ineptos, ya muy pocos prefieren
seguir sufriendo la corrupción generalizada que ha destruido no solo
la economía, sino las ilusiones y el futuro de todo un país.