Es el carácter, una
señal, una marca, un signo que llevan las personas en su interior,
una característica que las define y diferencia entre sí. Dicho en
tres palabras, carácter = modo de ser.
Aún en el caso de que el
carácter se herede, a lo largo de la vida uno aprende que es materia
moldeable. A veces es una cualidad y otras un obstáculo, en
ocasiones esa marca invisible se recibe parcialmente de algún
antepasado, algunos se llevan esa señal a la tumba, pero en casi
todos se producen transformaciones.
Les hay que son expertos
en disfrazar su aspecto físico para dar una imagen pública de un
carácter que en realidad no tienen y sin embargo otros que aparentan
no poseerlo lo tienen a raudales.
Se habla de corredores
brillantes, resistentes, veloces o todo terreno, les hay que aguantan
chuzos de punta, los que no se arrugan ante un precipicio del
demonio, e incluso les hay que disfrutan como niños cuando les llega
el barro a las rodillas, y por el contrario, existen los que se
aplanan con cuatro gotas, los que no disfrutan cuando la cosa se pone
complicada, e incluso los que sufren cuando un cualquiera les enseña
el trasero.
Muchos lo han descubierto
con el tiempo, pero otros aún no lo saben, en realidad, es un
secreto a voces que el carácter también influye en la competición,
y es precisamente por eso, que debemos entrenarlo igual que el resto
de capacidades y cualidades.
Evidentemente, no estamos
hablando de un músculo, de un ligamento o de un hueso, y sin embargo
también puede hacerse pedazos cuando no se le ha dado la forma
adecuada.
El carácter tiene
memoria y aprende cada día, pero de cada propietario dependerá
realizar los retoques precisos para convertirlo en su fortaleza.
Todos hemos oído la
frase “no sé qué va a ser de este niño el día de mañana, no
tiene carácter”, vienen a decir que no tiene sangre en las venas,
y sin embargo muchos de esos niños han llegado donde otros que
prometían mucho más no han podido acercarse.
Cierto que no todos nos
comportamos igual, pero cuando se trata de correr, deberíamos ser
capaces de controlar nuestro temperamento, o mejor aún, de adaptarlo
a las circunstancias de cada carrera para convertirlo en una mejora.
Se trata de transmutar lo
negativo que nos afecta durante la carrera, en positivo; una vez que
la voluntad esté de nuestro lado, el resto será sencillo, entrenar,
entrenar y entrenar.