RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

16 mar 2015

PUTO GUIQUEN (SEGUNDAS PARTES NUNCA FUERON BUENAS)


Puto guiquen (par chu)

Tras poner las dos lavadoras, me fui a la piltra, ya pasado de largo el día anterior, y por supuesto ¡no pequé ojo!, por un momento, a la altura de mi pingüino, número trece mil, me pareció que mi cuerpo se inclinaba del lado pacífico, pero fue mera ilusión, porque esa parte no violenta, comenzaba a diluirse en una sustancia ácida que me provocaba giros incontrolados de un lado a otro de la cama. Tan ensimismado estaba en mi danza continua que ni me percaté del momento en que mi acompañante gatuno huyó despavorido, para abandonarse en los brazos de Morpheus en el que un día fuera mi sofá favorito.

A las cuatro y cuarenta y cinco, decidí que lo mejor sería mandar a la mierda esta fatídica noche y preparar con calma el morral, no en vano, el “Alto Sil” no deja a nadie en tierra a no ser que llegues un minuto tarde, de modo que me planteé una nueva estrategia, a saber... llegar dos horas antes.

Un desayuno fuerte me puso inmediatamente las pilas, aunque he de decir que no lo hubiera conseguido de no ser por la media botella de aguardiente, que me sentó la mar de bien.

En la cochera me topé con la primera nota desagradable del día, los vecinos me acusaban de ciertas abolladuras en sus coches; hay que ser tonto de capirote, como si no hubieran quedado rastros de sobra con las cuatro capas de colores diferentes que presentaba mi vehículo, de modo que me dije no hagas ni puto caso, que para eso está el seguro, y eso hice. Tras desinflarles las ruedas de sus abollados vehículos pude por fin arrancar pacíficamente para Santa Cruz.

Hasta el Manzanal, la cosa fue de vicio, un remanso de paz se había instalado en mi interior, era como si el volante cobrase vida propia, tomando las decisiones correctas en el momento oportuno, todo transcurría con una lentitud propia de una película japonesa, hasta que llegó el cabrón del bocinazo.

La gente tiene muy mala leche, bien podría haber parado un instante y preguntarme si me ocurría algo, a lo que le hubiera respondido que no, que me había dormido y punto, reconozco que tal vez dormir ocupando todo el carril, no es lo más parecido a “perfecto”, pero uno a veces no tiene opción de elegir, las cosas suceden y punto.

Visto lo visto, no debió ser más que un instante, porque sobraba aún mucho tiempo, de modo que en nada ya estaba otra vez camino de mi objetivo, pero como no todo va a salir bien en Bembibre, no sé qué pudo pasar, pero el caso es que cuando me quise dar cuenta otra vez estaba en el Manzanal; afortunadamente esta zona la conozco como la palma de mi mano, de modo que en un “plis-plas” ya tenía el cartel de Toreno a la vista.

En Santa Cruz, me costó lo mío gestionar esas dos cabronas de curvas, que no parecen nada, pero te pones y mi buena media horita me llevaron, aparte del cabreo de dos de los colaboradores que suerte tuvieron de que no me bajara del coche, porque ya me estaban calentando con sus comentarios sobre el origen de mi carnét de conducir.

Para el seguimiento de la carrera, me pusieron en un todo terreno con los de la prensa (a cuento de qué pensé yo), pero no tenía ganas de discutir y como me dijo el conductor “tu delante conmigo”, ocupé mi sitio sin decir esta boca es mía hasta que entramos en la primera pista.

Sé que a estas alturas de la peli, nadie me va a creer, pero eso no era un piloto, era un kamikaze; derrapajes, frenazos bruscos, golpes en las rodillas, en los hombros, en la cabeza, (solo digo que pasamos más tiempo en el aire que en el asiento) y claro, llegó lo que tenía que llegar; no sé de donde salió, pero el caso es que salió, lo recuerdo bien, era una curva cerrada a izquierdas con un precipicio a mi lado de al menos trescientos metros, (vamos que no se veía el suelo), el coche quedó guapo, pero lo peor es que entre el aguardiente, el café con leche y las galletas del desayuno, había un pestazo que no había uno que no tuviera echa la pinza sobre la nariz; salvo el conductor claro que necesitaba las dos manos para maniobrar, y fíjate como estaría la cosa que abrió las ventanillas de par en par y a pesar de los tres bajo cero nadie dijo esta boca es mía (es más, yo creo que lo agradecieron).

El caso es que lo que a unos les va mal a otros les va bien, y yo ya libre de carga, y como me pareciera oir castañuelas dale que te pego en la parte de atrás, y a pesar del frío, me empecé a sentir hasta gracioso y me puse a contar chistes para suavizar la cosa, pero creo que hice bien en dejarlo, porque además de no reírse nadie, la cara de mala hostia que pusieron cuando miré para atrás, me dejó bien claro que no estaba el horno para bollos.

No me importó volver a pata desde Primout, los paisajes son una pasada y es de esas cosas que merece la pena hacer una vez en la vida. Por el camino me encontré con uno que no paraba de decir “la que he liao, madre mía” “la que he liao”, no se que liaría, pero no le pude sacar prenda.

Al final me acoplé a la parte trasera de un “cua” que se ofreció gentilmente a llevarme, pero al poco preferí bajar porque se me estaban revolviendo de nuevo las tripas.

Cuando llegué a la plaza, ya no quedaba un grano de arroz, de modo que entre trago y trago de vino se me fue pasando la tarde.


¿Qué cómo llegué a casa?. No lo se, todo un misterio.



A CONTINUACIÓN LAS FOTOS DEL ALTO SIL.













































































































































































































































































































































Fin.