Existe un grupo numeroso
corredores e incluso federaciones deportivas, que, solo ven éxito o
fracaso en función del puesto en competición. Hablamos de dos
parámetros, a saber: “perder o ganar” (ganar y perder).
Para ellos, no hay medias
tintas en esto de los resultados, de modo que los que no alcancen
esos niveles son vistos en más de una ocasión, como un segundo
plano, pura anécdota, relleno, morralla, calderilla.
Es muy curioso el sentido
que le damos a lo de la posición, y no ya solo desde el interior,
sino también desde el exterior como espectadores.
Tendemos a ensalzar a los
“cracks” sin reservas, es decir aquellos que consiguen las
primeras posiciones, ellos son los que se llevan el grueso de la
noticia; en ocasiones se cita más al cuarto por aquello de la
medalla de chocolate, que al tercero o al segundo, y a partir de ahí
la purrela a la que por lo general no se cita, salvo para el
anecdotario.
Hasta aquí una visión,
ahora otra muy diferente.
No es que sea la
excepción a la regla, pues ocurre en otros ámbitos, incluso en el
atletismo hemos visto recientemente un par de casos dignos de
destacar; pero en esto de las carreras por montaña, es frecuente ver
como los corredores se animan unos a otros, y a veces hasta se
incumple una de las reglas “sagradas” del atletismo, pues no solo
se anima, sino que se “ayuda” al que lo necesita, perdiendo el
benefactor puestos en la clasificación general.
Esta gente cuando auxilia
a los que otros podríamos considerar sus rivales; no está pensando
en que su acción pueda ser perjudicial para algún competidor, solo
ve a un compañero de fatigas que lo está pasando mal, que necesita
su ayuda y desinteresadamente se la ofrece, ¿qué más se puede
pedir?.
A día de hoy, este tipo
de carreras tiene ese halo especial que convierte a sus protagonistas
un poco en libertarios, pues no están sujetos a grandes reglas salvo
las que cada organizador establece para su carrera. Nadie sabe cuánto
durará esto, pues ya tenemos algunos organismos oficiales tratando
de meter baza, de imponer sus reglas, de obtener un provecho en
definitiva, y echarán mano de esa anarquía, de esa libertad de
acción para proponer cambios, mejoras sustanciales, ofrecerán
protección como hace la mafia, propondrán reglas, normas que
beneficien a todos, ofertarán algunos puestos de privilegio, y al
final “ Marchemos
francamente, y yo el primero, por la senda constitucional
” (1)
Pero retomando el tema de
las diferencias, lo que tal vez sea excepción respecto al atletismo,
no está dentro de la carrera, sino fuera, y me refiero a los que
recorren grandes distancias en coche y luego además tienen el humor
de trepar los riscos más complicados como si fueran adictos a la
montaña.
Me refiero a esa masa
extraordinariamente numerosa en ocasiones y siempre generosa, que
como ocurre con el ciclismo, se agolpa en las cunetas o en los puntos
más altos del recorrido y que parece no diferenciar entre últimos o
primeros, animando con tanta fuerza a unos como a otros, conscientes
del gran esfuerzo que supone llegar a completar algunas carreras que
más parecen para locos que para gente cuerda. Ese valorar el
esfuerzo por encima de la posición, tal vez sea uno de los motivos
por los que aún no tenemos violentos en las carreras por la montaña.
¿Se imaginan, algo
parecido en un partido de balón pie?.
Seguramente lo habré
dicho en alguna ocasión, pero la edad no perdona y tampoco pasa nada
por repetirse alguna vez: “a los primeros se les anima por lo que
han logrado, y a los últimos por lo que están a punto de lograr”
(2)
- Frase correspondiente al cínico manifiesto del rey, Fernando VII, fingiendo acatar la Constitución de Cádiz, de 1820 (La Pepa).
- En realidad desde el punto de vista del corredor, a veces un segundo puesto es derrota y un último victoria.