RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

17 may 2015

DOMINGO DE REFLEXIÓN




                                                                     Puñetero país.
Hay tantas cosas difíciles de entender en este puñetero país que nunca sabe uno por donde comenzar.
Somos un país de incongruencias, un país donde se venera a un golpista como Franco y se entierra la memoria de la República que el pueblo eligió en el pozo más profundo.
Un país, donde los herederos casi-directos de aquella dictadura, siguen pululando por las altas esferas de la política (ahora hasta los que dicen haber nacido en democracia, falsean sus orígenes).
Un país donde solo vivimos para escuchar lo que queremos oír aunque sean mentiras como puños, al tiempo que nos molestan las verdades aunque sean solo eso: verdades.
Un país, donde hay niños que pasan hambre, donde algunas familias se las ven y desean para calentar la comida que reciben de la ayuda social porque les han cortado la luz.
Un país que permite a los empleadores contratos por horas y pagas de esclavo mientras nuestros políticos viven a lo grande.
Un país enamorado de la quietud, del “no quiero pensar en eso ahora”, de la obediencia hasta límites terribles, actos que pagamos con la falta de trabajo, de cultura, de sanidad, de vivienda, de libertad, e incluso de comida.
Un país que acepta regímenes totalitarios e incluso agasaja a estos líderes en vez de recriminarles por sus las barbaries cometidas durante sus gobiernos.
Un país record en recortes de libertades, en eres, en sueldos tercermundistas que no dan para llenar un plato, en cantidad de trabajadores que se lo hacen gratis a la empresa y van acumulando nóminas y nóminas que finalmente quedarán en el más triste de los olvidos,
Un país (reino lo llaman algunos), demócrata en los titulares, pero fascista por sus actos.
Un país donde muchos políticos se han convertido en auténticos embaucadores al tiempo que son corderos de otros lobos mayores.
Un país donde casi todos los partidos venden fiabilidad, y se postulan como honorables aunque todos sepamos que por sus venas no corre la sangre, sino fraude. Unos partidos políticos que asumen que lo primero son las siglas a las que pertenecen y el pueblo una molestia necesaria.
Un país donde los votantes, al igual que el perro de Paulov, solo esperan la golosina del año electoral para dejarse llevar por esa agradable música de las promesas a incumplir.
Un país, en el que con la llegada de las elecciones, algunos agarran unos cabreos monumentales, porque no pueden comprender que un obrero vote a quien le explota; o como alguien puede repetir su voto a favor de aquellos que le llevan a la miseria; por no hablar de los que votan al más guapo, al más simpático o a quien viste mejor sin poner atención en su trayectoria política, en lo que ha hecho cuando ha estado en el gobierno que es lo que previsiblemente hará si vuelve a tener la posibilidad de decidir por nosotros.


Más claro agua, un país domesticado, y sometido, donde hay más cobayas que ciudadanos o dicho de otro modo y actualmente, una mierda de país.