En una ocasión,
trabajando en una empresa de nivel internacional, y ante un
acontecimiento que podríamos considerar gracioso si no fuera porque
no dejaba de entrañar cierto peligro para los viajantes de la marca,
a la par que dejaba muy mala impresión a los mismos debido a las
prácticas fraudulentas que utilizaba el responsable de ventas,
decidí hacer una llamada al más alto cargo a nivel nacional.
Tengo que decir que me
extrañó bastante recibir una rápida respuesta en l que se me
citaba para una entrevista urgente en la sede provincial.
Me encontré con un
hombre de mediana estatura, bien arreglado, con su chaqueta y
corbata, y con un trato cordial que hacía presagiar una rápida
solución a los problemas por mí detectados.
Después de la
presentación de rigor y tras interesarse por mi actividad laboral y
mi vida particular, aquél hombre me dijo “adelante te escucho”.
Comencé mi estudiado
discurso con mucha calma, tratando de ordenar lo ocurrido
cronológicamente, dando al mismo tiempo a cada suceso la gravedad
correspondiente, pues estábamos hablando de un tipo, que no era bien
recibido en varias localidades por dejar a los clientes productos que
en algunos de los casos no llegaron a funcionar nunca.
El hombre escuchó sin
decir una palabra hasta el último dato que le proporcioné, y cuando
ya no había más que contar habló el.
Comenzó más o menos
así: “en esta empresa nos gusta tener gente como tú que se
preocupa por el futuro, gente con iniciativa” y continuó
ofreciéndome la posibilidad de un traslado a la capital, pues
preveía en mí una brillante carrera. Una vez dicho eso, pasó al
asunto del delincuente y ahí es donde se me rompieron todos los
esquemas y donde pude observar cómo funciona esto para algunas
personas, pues me dijo que si bien no dudaba de la veracidad de mis
comentarios, yo, debía tener en cuenta que en la zona (que englobaba
varias provincias), el número uno en ventas, era precisamente aquél
al que yo denunciaba, y que la empresa no estaba dispuesta a perder
un vendedor de ese calibre, pero que por supuesto ya le había citado
para hablar con él.
Traté de explicarle que
algunos vendedores habían sufrido las consecuencias, en forma de
amenazas y en algún caso de lesiones a causa del hartazgo de algunos
clientes que llevaban más de un año denunciando sus situaciones
particulares, pero de nada sirvió.
Sin decir una palabra
más, cogí la puerta y me largué dando por finalizada mi relación
con la empresa.
Años después he podido
comprobar cómo en la política se producen situaciones similares, de
modo que hasta en los propios partidos, aquellas personas que
denuncian con la intención de mejorar las cosas, son o bien
invitadas a “prosperar”, o bien se les da de lado, o en el peor
de los casos se les expulsa del partido.
En mi opinión
particular, esas son casi en exclusiva las únicas personas dentro de
la política que merecen la pena, pero en este juego de tahúres, o
haces trampas o te buscas otra cosa y desgraciadamente, por lo que se
ve una gran mayoría prefiere la primera opción.