Aspirantes a Perdedores
Lo que subyace tras la
enorme y abismal polémica sobre Zapata, no es más que pura
estrategia de los caciques cuando se encuentran con alguien que no
les ríe las gracias o que incluso se atreve a discrepar.
Incapaces de esconder la
mala leche que les ha causado un resultado que a todas luces ha sido
desproporcionado; pues demasiados votos han tenido tras haber
sembrado el país de una corrupción, que incluso sus propios
votantes han tenido la desgracia de soportar; desempolvan ese
caciquismo rancio con olor a naftalina, en el que a muchos desearían
seguir viviendo.
El mal perder da muestras
de la baja calidad de estos políticos que no son capaces de
reconocerse a sí mismos en el espejo del ahora.
La estrategia es
sencilla, intentar demostrar que los que llegan son mucho peores que
los que se van, que la ciudadanía está equivocada y manejada con
malas artes por ese populismo que ellos tildan de extrema izquierda,
pro-etarra, pro-venezolano e incluso directamente de, terrorista.
Hablar de los tuits del
tal Zapata, implica hablar menos de la corrupción generalizada en un
partido donde de aplicarse estas reglas, no debería quedar a día de
hoy ni el tato, y menos su presidente, que para colmo es el
presidente de todos, no solo de su partido.
Hablar de esos tuits,
implica hablar menos de las estrategias para librarse de la Gurtel,
de sobres, ciertos dineros y un largo rosario de casos similares.
Que gente que ni se
inmuta ante las muertes en África, en el mediterráneo, o en su
propio país, que gente que coloca cuchillas contra los que intentan
sobrevivir pasando por nuestras fronteras, que gente que añora al
dictador al tiempo que piensa que “por algo será”, en
referencia a los muertos en las cunetas durante el franquismo; que
gente así más próximos al fanatismo hitleriano que otra cosa se
permita hablar de xenofobia no solo es ridículo, sino de una
caradura insoportable.
No tiene que preocuparnos
que hayan esquilmado el país, escondidos tras las recetas del
salvaje neoliberalismo que impera contra toda lógica hoy día en el
mundo; no hay ningún problema con los “sin trabajo” “sin
techo” “sin comida” “sin cultura” “sin sanidad”; pero
el mundo se tambalea por unos tuits que por muchas vueltas que les
demos, son el pan de cada día en esta España que se ríe hasta de
sus muertos. En León se matan judíos cada Semana Santa, en los
medios escuchamos chistes sobre sordos, sobre ciegos, sobre mudos,
sobre mujeres, maricas, gitanos, negros, chinos, sobre vivos y sobre
muertos, el que más y el que menos los ha escuchado sin sonrojarse,
e incluso se ha reído y una gran mayoría ha contado alguno en su
vida aunque no haya quedado retratado en la red.
Ya está bien de utilizar
los momentos particulares en la vida de un individuo para hacer
política , ya basta de utilizar todos los medios subvencionados en
su mayoría con dinero público para que la gente se fije no en las
cualidades de una persona, sino en ese fallo que muchos cometemos a
lo largo de una vida.
Hazme cien, fállame una
y como si no hubieras acertado ninguna. Tal vez fue la experiencia en
la batalla diaria, lo que incitó a la alcaldesa de Barcelona a decir
algo que tiene su miga “no nos dejéis solos”.
No hay odio ni
revanchismo en los corazones de esta nueva generación de políticos
como quieren hacernos ver algunos que añoran “noches de cristales
rotos”, crucifijos y hogueras; gente que no perdona a estos mocosos
que les dejan en evidencia bajando en vez de subiendo sus sueldos,
tomando medidas contra el hambre que otros nunca han querido ver,
ahorrando desde el primer paso en vez de despilfarrando. Me imagino
que muchos en la oposición estarán pensando que con ese sueldo no
merece la pena estar en la política ahora que se han complicado los
pagos en B y los chanchullos que al final es de donde viene la pasta.
Lo que subyace es el
hecho de considerar que todo les pertenece porque algún día tal vez
pudo ser así, o porque alguien les dijo que tienen una genética
especial que les sitúa por encima de los demás.
Si respetar las opiniones
de los otros es un signo tanto de inteligencia, como de democracia,
por lo que vemos aquí ambas brillan por su ausencia.