Este fin de semana conocí
a Teresa; es una mujer de armas tomar, amable pero de crítica
espontánea y pistolera; es como la dama de hierro, pero en amable,
en berciano para entendernos. Siempre sabe que vía tomar y de raíles
y otros temas ferroviarios, sabe un rato.
Colabora con la carrera
del Cueto del Oso, porque adora su tierra, aunque a veces no llegue a
comprender la actitud de algunos de sus vecinos que en su opinión (o
eso he creído entender), se han vuelto un poco
pusilánimes, o cuando menos algo cómodos.
Hemos charlado un buen
rato de las cosas del día a día, y desde luego sabe de qué habla e
incluso de quienes habla lo cual no es para nada coincidencia, sino
producto del tiempo transcurrido y de un cúmulo de vivencias y
aprendizajes voluntarios e involuntarios.
En la Orquídea Real (no
la de Colombia, sino la que hay en Villablino), se duerme
a pata suelta, y dependiendo de la temporada que escojas, puedes
aprovechar para que te den unas letras en el colegio que está justo
enfrente.
Teresa madruga para que
todo esté listo antes de que te sientes a la mesa y es de agradecer
cuando tienes que salir pitando a las siete y media de la mañana de
un domingo que no es un festivo cualquiera, sino el día de la
tercera cita con una carrera que va tomando enjundia allá por
Palacios del Sil, que dicho sea de paso, está a un tiro de honda de
Villablino.
Ángel y algunos de sus
amigos y colaboradores, también madrugan y también transnochan. Yo
intenté verle cuando llegué a Palacios pero se había echado al
monte por un asunto de avituallamientos y otras menudencias, “ a
los corredores que no les falte de nada” me dijo cuando dieron
las tantas y apareció por casa, donde por cierto ya andaban un tanto
preocupados por la tardanza; y es que a veces el monte sorprende
hasta a los más avezados del pueblo.
Todos los años tiene
Ángel una cita con los nervios, con las prisas y con miles y miles
de pensamientos, que si esto, que si lo otro, que no me olvide de lo
de más allá etc., pero lo cierto es que hasta ahora le ha ido muy
bien y parece que los participantes lo agradecen que es lo principal
en estos saraos montañeros.
No se puede decir lo
mismo de algunos que armados con una cámara intentan emular a los
fotógrafos de verdad; es el caso de uno al que enviaron al mismísimo arroyo.
El hombre puso voluntad, pero que si la luz, que si la ignorancia,
que si no se qué no pegó una a derechas y de buena gana las hubiera
borrado todas, pero aquí el personal parece que pasa de esos
detalles y lo que quiere es que le identifiquen aquí o allá aunque
solo sea por el dorsal cuando acierta a estar visible en la foto, o
por el color de la camiseta y el pantalón.