Leo por ahí que es una
pena que “fulanito de tal” no haya
podido completar el recorrido marcado en una carrera por montaña; y
yo me pregunto ¿pena? ¿pena de que? ¿de hacer lo que te gusta?.
Evidentemente la tristeza
e incluso la rabia pueden aparecer, pero jamás para quedarse porque
de otro modo algo estamos haciendo mal utilizando el peor significado
de la palabra, que estaremos traduciendo por “castigo”;
en vez de otra acepción más interesante que es: “ha valido la
pena”.
Hemos hablado muchas
veces de los objetivos que deben guiar a todo deportista que se
precie, y aunque evidentemente los términos ganar y acabar se usan
con demasiada frecuencia, tal vez el que más se escuche, sea la
palabra “sufrir”, cuyo significado para que todos nos
entendamos es “soportar”, es decir aguantar hasta donde
nos sea posible.
Aguantar hasta donde
no es posible solo ocurre en las películas, puesto que incluso
en los casos que vemos como extraordinarios, esas personas llegaron
hasta donde pudieron aguantar su sufrimiento, lo que no deja en mal
lugar a los que no han conseguido ninguna de esas proezas, ya que
cada cuerpo está formado por unas piezas particulares y
evidentemente cada estructura física es diferente a las demás, pues
aunque tengamos los mismos órganos, las capacidades son diferentes.
Vistas así las cosas, tendremos que
reconocer que en carreras muy largas, el esfuerzo ha podido ser el
mismo en el que ha llegado primero que en el que ha llegado el
ochocientos, puesto que ambos han dado todo lo que tenían sin
dejarse un gramo de esfuerzo por gastar.
Pero volviendo al asunto
de los objetivos, todo participante y más en carreras que superan
los cien kilómetros por la montaña, saben más o menos lo que se
pueden encontrar; incluso gente bastante alejada de este mundo como
pueden ser los peregrinos, podría contarnos con pelos y señales
algunos de los inconvenientes que cualquier corredor por montaña se
encontrará, a saber, ampollas, rozaduras, frio o calor intensos,
agua, nieve, cansancio, calambres y otros problemas musculares y
algunos más que aún siendo menos habituales te pueden obligar a
coger el camino de vuelta.
Si trasladamos estos
inconvenientes a una carrera por montaña y le añadimos los tramos
de carrera, las horas de recorrido nocturno, los peligros inherentes
a la altitud, el sueño, los más de tres días de esfuerzo continuo
para los privilegiados, que para muchos se convertirán en más de
seis, veremos que lo sencillo es que te afecte cualquiera de estos
problemas y de cinco participaciones no termines con buen criterio,
al menos una e incluso más.
No poder finalizar, forma
parte de este tipo de carreras, tanto da que sea porque uno ha
llegado al límite de sus posibilidades, o como ya ha sucedido en más
de una ocasión, porque la organización juzgue necesario anular
parcial o totalmente el recorrido, y aún te hayan quedado fuerzas
para continuar e incluso para mejorar tu posición; al final esto no
es un trabajo garantizado para siempre del que se espera poder vivir,
sino una forma de vida que te debería aportar un tiempo de placer;
de modo que si el tiempo de gozo ha sido más corto de lo esperado yo
creo que lo de “es una pena” debería dar paso al
“ha merecido la pena”, es tan sencillo como eso.