Hay días mejores y
peores; hasta ahí, todo normal, lo malo es, cuando los peores se
convierten en semanas, meses e incluso en toda una vida en negativo
sin necesidad.
Todos cometemos errores,
la diferencia estriba en que mientras para algunas personas lo
importante es buscar una solución, (lo consigan o
no), otras lo magnifican tanto, que llega un momento en
que se sienten incapaces de salir de ese bucle que ellos mismos han
creado.
Ciertamente, no todos
gestionamos igual nuestros problemas emocionales, les hay que se dan
a la ira y terminan odiándose a sí mismos, les hay que se ven
desbordados por cierta forma de apatía, mientras que hay otro grupo
que acepta que en la vida a veces nos toca bailar con la más fea y
asumen que la música no va a durar eternamente.
Le damos demasiada
importancia a pequeñas cosas que no suponen más que un minuto de
injerencia en una vida entera, y por si fuera poco, nos acostumbramos
a inventar respuestas e incluso enemigos, lo que no nos ayuda nada.
Ante un problema,
intentamos ver el futuro y elucubramos diversas situaciones
dejándonos llevar más del pesimismo que de la simple observación
del día a día.
Por desgracia esa
afluencia de pensamientos negativos, termina afectando a nuestra
percepción de la realidad de manera que como no seamos capaces de
rectificar, proyectaremos una imagen tan inestable de nuestra propia
vida que nos convertiremos en los más pobres siendo sin embargo
millonarios.
Debemos creer mucho más
en el yo interior, mirarnos al espejo cada mañana con una sonrisa
especial, comenzar el día amándonos y siendo generosos y
desprendidos con nosotros mismos.
Cada persona es un ser
único, ni mejor ni peor que los demás, por eso debemos buscar la
armonía, primero dentro y luego fuera aceptando las críticas y los
reproches sin decaer, pero sobre todo si asumiendo que no tenemos que
ser sino lo que somos.
Ni más ni menos.