Hoy soy un hombre
inmensamente feliz, el siquiatra me ha dado el alta.
No es algo definitivo, de
momento solo temporal hasta ver como me funcionan las neuronas, pero
el caso es que desde que me dio la baja, no he sido persona ni un
solo segundo, los nervios a flor de piel, llantos, pataletas, y lo
que nunca pensé que podría suceder, dos puertas rotas a patadas y
un tobillo dislocado.
Definitivamente, no
sabemos vivir sin altibajos, no comprendemos la inmensidad de lo
sencillo y nos empecinamos el más difícil, lo más complicado y a
menudo lo más absurdo; y lo que es peor nos vamos hasta el lugar más
distante para encontrar lo que tenemos al lado.
Llevo más de 70 horas
enganchado al facebook, lo bueno es que me he enterado de un montón
de cosas y me he podido recuperar de estas semanas que he estado de
baja; bueno también porque como no he tenido tiempo para comer, me
noto mucho más delgado, lo malo es que tengo un sueño que no puedo
conmigo, me abandonan las fuerzas y no se como voy a poder bajar del
gallinero; pero lo peor de todo, es que como se entere Don Saturio
esta vez me interna de por vida.
¿Os lo podéis creer?;
llevo varios días dando vueltas a una frase que escuché no se
donde: “La primera vez que me engañes, será culpa tuya, la
siguiente mía”. No es una frase para descabezarse evidentemente,
pero está visto que no somos lo que queremos, sino lo que somos; en
un principio pensé si tendría relación con esos votantes que a
pesar de ser engañados una y otra vez por el gobierno de turno,
repiten como si fueran ratas amaestradas, luego que podría ser
simplemente una cuestión de desamor, o de una amistad rota, y así
seguí dándole vueltas y vueltas hasta que el otro día Don Saturio
me dijo que era solo una frase, un pensamiento que no se dirigía a
nadie en particular, sino a aquellos que puedan verse reflejados,
tanto en el pasado como en el futuro.
Salí de la consulta un
poco más tranquilo, pero no tardé mucho tiempo en volver a las
andadas, supongo que es lo que tiene ser más inteligente que la
media, que al final comprendí cual era el meollo de la cuestión y
el meollo era yo.
Al principio nos dejamos
engañar por las circunstancias, o simplemente por el subconsciente y
es comprensible, pues para todo hay una primera vez, pero cuando los
hechos se repiten y no son de nuestro agrado evidentemente nosotros
somos los culpables por no haber intentado darle la vuelta a la
tortilla, que de ese modo de tanto fuego por el mismo lado, se
termina quemando.