RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

1 dic 2015

LA HUÍDA



Es grato y placentero vivir sosegadamente, rodeados de la seguridad que otorgan cuatro perras ahorradas a lo largo de una vida de duro trabajo sabiendo que con lo que tenemos y algo de suerte, nos será suficiente para continuar así hasta el fin de nuestros días.

Nos dejamos llevar por los comentarios cuando somos propietarios, pero lo curioso, es que ocurre también cuando solo poseemos las promesas que surgen de los altavoces de la propaganda machacona y torturadora de voluntades.

Qué fácil es criticar y culpar a los que no siguen las normas y se rigen por sus propios principios (sabemos que esos jamás alcanzarán el reino de los cielos). La experiencia diaria, nos demuestra también lo poco complicado que es hacer de una persona honesta un racista en potencia o de un pacífico ciudadano el más violento de los animales.

Me viene a la mente la imagen del populacho ahorcando al forastero al que acusan de robar un caballo y matar a su dueño; veo a la multitud levantando voz y puños pidiendo sangre; tal vez pensando que ese caballo podría haber sido algún día el suyo (semanas después descubrirán que aquel hombre, lo había comprado como dios manda y que el dueño se había ido a ciertos negocios sin avisar a nadie en el pueblo de su partida).

La propaganda lo es todo en este mundo infectado de podredumbre, y lo es hasta tal punto que durante siglos, ha impedido al ser humano razonar por sí mismo para dejarse llevar por acontecimientos que por lo general siempre tienen que ver con cierta casualidad fruto del ingenio de hombres malvados.

Nos hemos convertido en adictos de la falsedad, y esa negación de la verdad, nos va transformando cada vez más en fantasmas de nosotros mismos, pero sobre todo en esclavos de la ambición más pura, es decir, aquella en la cual, la dictadura de lo material estará siempre por encima de todo lo espiritual.

Escuchamos que hay lugares en este maravilloso mundo del siglo XXI, donde la violación y el asesinato son lo cotidiano; oímos hablar de guerras donde incluso estando en el “bando correcto”  puedes ver morir a toda tu familia en cuestión de segundos; torturadores profesionales y mercenarios cuyos sueldos vienen determinados por cuotas de sufrimiento inferidas a terceras personas; oímos comentar a testigos presenciales que la opción de sobrevivir era la huída, y que la mayor de las penalidades, a veces no era la muerte.

Y después de todo eso, nos encontramos con naciones enteras negando su historia y  a más de uno viviendo con miedo a que le roben la promesa de un caballo.