Ayer noche tomé café de
puchero por partida doble, primero tras la cena con unos amigos, y
horas más tarde en el exterior de una cafetería; un agradable
rincón de unas de esas calles habitualmente bulliciosas hasta las
tantas, pero que curiosamente durante nuestra estancia se convirtió
en lo que podríamos denominar un conjunto de calles muy poco
transitadas.
Cada uno tenemos nuestras
manías, y mi cuerpo también tiene las suyas, una de las cuales es
que si le das café durante esas horas en las que tiempo atrás se
tocaban serenatas, se revela, entra en estado de agitación y para
cuando buscas la horizontalidad te quedas a dos velas, solo que en
vez de quedarte sin blanca, te quedas en blanco, sin sueños, vamos
que no pegas ojo.
Te dan las cuatro y las
seis y sabes que no hay nada que hacer, de modo que o bien eliges
quedarte donde estás hasta que veas clarear el día, o te levantas a
leer o a buscar cualquier otro entretenimiento. Seguramente a muchas
personas les resultará molesto, y no digo nada si se da el caso de
que a la mañana siguiente toca trabajar; pero en mi caso he
adquirido con el paso de los años ciertas habilidades que me
permiten continuar al día siguiente como si tal cosa.
Pero hay algo que si me
sucede a menudo y cualquiera pensará con razón que tiene su lógica,
me da por cavilar sobre cualquier cosa, y ayer esa cosa son dos
palabras: “punto muerto”.
Me dije, bien,
seguramente habrá algún significado más que le podamos atribuir a
estas dos palabrejas que el típico descanso durante un partido de
baloncesto; y recordé entonces que había oído hablar mucho tiempo
atrás de unas listas negras que el gobierno Argentino manejó en
relación con una serie de jugadores de baloncesto en aquella época
denominado Basquet (Minivasquet le llamábamos los
pequeñajos) y que todo ello ocurrió precisamente tras
haber ganado un mundial en el año 1950 una época en la que los
destinos del país estaban en manos de Eva y Perón y resurgía una
figura relacionada con el mundo del automovilismo de nombre Juan
Manuel más conocido como Fangio.
Nunca supe realmente que
había pasado y en mi memoria quedó grabada la traición y relación
de esta especie de purga con un cambio de gobierno acusaciones de
profesionalismo respecto a aquellos jugadores y un coche que confieso
no tengo idea de donde salió donde terminó, ni qué pintaba en esta
historia.
Es lo que tiene esto de
la muerte súbita, (perdón que me he colado quería
decir “tiempo muerto”); que durante las horas muertas
la actividad natural desaparece y da paso a otro tipo de actividades
o a ninguna, porque lo mismo hay quien las dedica a restaurar las
vidrieras de una catedral, que otro se las pasa tumbado en la hamaca
divinamente; el caso es que te da la posibilidad de pensar en cosas a
veces insignificantes que terminan por traer a la memoria viejos
recuerdos como este del equipo argentino que llegó a lo más alto
que tal vez podía llegar para encontrarse a continuación con el
abismo por el que se precipitaron seguramente las ilusiones de muchos
argentinos; es decir la muerte súbita que es precisamente de lo que
no queríamos hablar.