RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

6 jul 2016

DOROTEO UNA HISTORIA COSTUMBRISTA



Se llama Doroteo, pero le llaman Doro como a su abuelo; aunque no es tan malencarado como su ancestro.

Pertenece Doro a una familia que aunque parece una más del pueblo, en realidad tienen una gran fortuna amasada tras varias generaciones. Recuerda la última vez que calló la del pulpo y perdieron trescientas mil pesetas por culpa de una maldita gotera.

Como quiera que la regulación fiscal no le inspiró confianza por aquello de que uno nunca debe fiarse de ningún gobierno, y menos cuando hay billetes por medio, y asustado ante las nuevas elecciones que podrían llevar a los radicales al poder, decide meterlo todo (bueno, todo no, solo un pellizquín), en un banco en Andorra que por lo que le han contado además de estar más seguro que en la viga, da más beneficios.

Lleva días echando cuentas y al final cree que tendrá que hacer más de un viaje porque aunque ha procurado estos últimos años ir guardando billetes de los grandes, aún ocupan mucho; de modo que el lunes temprano después de ordeñar se coge la tartana con la idea de volver el martes a la anochecida.

Esto de no salir del pueblín da cosa. Menos mal que el Tancredo tiene una nieta que sirvió en Barcelona y más o menos le apunta en una hoja el itinerario, para que no tenga percances.

El dinero lo lleva en una bolsa de basura de las grandes que le prepara la Dolores que para estas cosas es muy apañada. El Jacintín quería meterlo en el maletero, pero él prefiero tenerlo a la vista en los asientos de atrás.

A poco de partir comienza a pensar si la paisana no se habrá pasado porque no hay quien pare en el coche. Lleva ya un rato con ganas de orinar, pero no se atreve a parar por ahí, no le vaya a salir un delincuente y le amuele el viaje. Cuando estaba solucionando el problema gracias a una botella de agua vacía, se topa a unos cientos de metros con los de tráfico, se le pone un nudo en la garganta y le entra tal acojone que se le esparrama todo el pis por todas partes sin tiempo para ocultar el arma del delito.

No es lista ni nada mi Dolores (piensa Doro), como a treinta metros de los civiles, se ve que el tufo era tan grande que le mandan continuar a grandes aspavientos con lo que se libra de una buena.

Para a repostar y un tío con muy mala leche le dice que ya puede echarse el solo la gasofa que lo que es él no se acerca y que ya puede ir rápido que le espanta los clientes. Doro lo comprende y dócilmente se las apaña por primera vez en su vida para lo del carburante, deja los cincuenta euros bajo una lata de aceite y se va pitando.

Para cuando ve un cartel de Andorra a poco más de cien kilómetros está que ya no puede con el cuerpo. Busca un lugar donde descansar pero parece que por esta parte del país después de las siete y media, no sale de casa ni dios, con lo que opta por ahorrarse los cuartos y dormir en la cirila, y aunque el problema de los olores le amola un montón, tampoco es cuestión de dormir por ahí con las ventanillas bajadas, de modo que deja un par de rendijas y listos.

A pesar de que el tufo le está matando y hasta le dan arcadas de cuando en cuando, duerme como un bebé .

De madrugada se dirije al banco con el dinero, pero otra vez ese galimatías ininteligible, y hasta que no le hace gestos al guarda de que hay dinero en la bolsa de basura, el de la porra no avisa. Luego le mandan ir a un portalón grande que parece una cochera a la que se acerca inmediatamente un señor de corbata que para su descanso se explica en correcto español (Bueno acercarse acercarse no mucho porque el hombre se quedó a más de dos metros y medio con un pañuelo todo el tiempo en la boca, que supone Doro que sería para que no le leyeran los labios).

Al final no llegan a ningún acuerdo, porque le dicen que necesita otros 22 kilos más para poder abrir la cuenta especial.

Desesperado está a punto de volverse para casa cuando se le ocurre que lo mismo que tiene enterrado dinero en el pueblo, puede enterrarlo aquí sin que nadie se entere, así cuando traiga el resto, correrá menos riesgos. Dedica la mañana a buscar zonas altas donde no vaya gente y la cosa sea segura y pocos kilómetros más adelante cree encontrar lo que buscaba.

Cuando cree que la cosa marcha, ve dos tíos corriendo y se pregunta que hacen tan lejos de África. Uno le va diciendo al otro algo así como gooo mooofarrr, la verdad es que corren que se las pelan, no ha dado ni diez pasos y ve con estupor que vienen más chicos y chicas detrás; todos hablan lenguas extrañas y no puede evitar preguntarse: ¿qué pasa aquí?.

Toma la dirección contraria y se dirige a un pico que hay a su derecha. Tras más de dos horas de caminar, satisfecho, no ve a nadie; puede que porque el terreno está infestado de marmotas. ¡Qué bichos más raros! se dice. Por fin encuentra el que cree es el lugar indicado y procede...

El pestazo se vuelve insoportable al abrir la bolsa, pero hay que terminar con esto sea como sea. Va sacando basura y más basura y de billetes nada de nada, insiste, mira para atrás, para un lado, para arriba, se rasca la cabeza, hace memoria, busca y rebusca pero ni un miserable billete de diez. ¿Qué ocurre?.

El temor a que le hayan dado el cambiazo le hace caer de culo en el suelo. ¡Imposible!. Varias generaciones pasan de repente por su mente y se le pone cara rara. Se lava como puede en un arroyo y se dirige al lugar donde dejó el dos caballos, al llegar busca de nuevo pero nada. Tras grandes complicaciones porque aquí estos atontaos no le entienden, consigue tener a la Dolores al teléfono.

En su cabeza martillea constantemente una frase: “La que me va a caer”.

-¿Lola?

-¿Doro eres tú?

-Oye Lola, que la hemos liao, que se nos han podrido los millones.

-Anda atontao, vuelve pa casa que ya te daré yo a tí millones. Por un pelo no se han ido todos con el camión de la basura, atontao más que atontao, burro animal, zopenco, que te llevaste la basura de varios días y dejaste el dinero en la otra bolsa. Vuelve a casa y deja de hacer el mastuerzo...

-Bueno adiós, que vuelvo ya.


Doro es un hombre feliz, piensa que nunca una bronca le ha procurado tanta dicha. Se acuerda de toda esa gente que tiene los dineros en bancos tramposos y no siente envidia alguna. Ya pueden venir los radicales al gobierno que al final ya su abuelo lo decía: “como en casa en ningún sitio”, así que en cuanto llegue de nuevo al pueblo, ya sabe lo que hacer. El dinero otra vez a la viga, como ha sido siempre.