Esperando que salga el
sol para calentar mis gastados huesos, sueño y sueño. Llueve y no
tras los cristales; veo gente caminando, veo gente corriendo, gente
resbalando y gente sonriendo.
A dos pasos de mí un
pareja ríe bajo el paraguas y mientras saludo me permito un
pensamiento maligno “¡guapas!, no sonreiríais tanto si
estuvieseis aguando el chaparrón como yo”.
Subimos en amor y
compañía hacia el castillo y durante el corto viaje, entre breves miradas al maquinón que lleva colgado al cuello una de ellas, disparo,
guardo la máquina y disparo, guardo la máquina de nuevo y disparo. Me dicen que la
http://www.carreraaltosil.com/ no se la pierden por nada del mundo. No les digo que ya tengo las entradas para esa carrera, de modo que seguramente nos veremos de nuevo.
http://www.carreraaltosil.com/ no se la pierden por nada del mundo. No les digo que ya tengo las entradas para esa carrera, de modo que seguramente nos veremos de nuevo.
Ellas se quedan visitando
las ruinas que desgraciadamente las administraciones dejarán caer
salvo que algún día cada piedra valga un voto.
Sigo mi camino, aún
queda un rato para que lleguen los primeros corredores; bajo por una
senda desde donde se ve perfectamente a lo lejos el cortafuegos por
donde descenderán uno tras otro o bien uno tras otra. Tras la bajada
algo de llano para variar y la última subida al castillo, y mientras
tanto, saco la máquina disparo y la vuelvo a guardar lo que no evita
que el objetivo se empañe y la lluvia siga cayendo sin pensar en mí.
La humedad va ganando la batalla, a pesar de la zamarra que aguanta no se cuantos litros. Allá arriba veo al
primero, le conozco bastante bien, no en vano uno lleva un tiempo ya
en esto de las carreras, en esto del deporte, en esto de la farándula
zapatillera en la que todo quisque está obligado a sonreirle al
sufrimiento, porque queda feo quedar como un flojo.
El primero viene solo, no
se ve a nadie detrás, disparo tratando de obtener una visión
relativa a través de los árboles, calculo que la distancia rondará
el kilómetro, por lo que no me las prometo muy felices y hago bien
porque cuando veo el resultado entiendo lo de bueno, regular, y
mediocre.
Vuelvo al castillo y a
unos metros de la carretera el segundo me pide paso, viene como
decían en mi barrio “follado” en cualquier momento se podría
comer el suelo, pero no, sigue su camino hacia la meta como quien
sopla la cuchara.
Llego a la carretera y me
encuentro de nuevo a las gallegas, Leonor dispara no lleva máquina de fotos, lleva metralleta y dispara tantas ráfagas que
me acojono y me pregunto a donde voy con mi camarita; para colmo por
lo visto la tía hace parapente y no se cuantas cosas más, y cuando
me entero de que comparte pueblo con el gran Fernando Arca, no me lo
pienso más y me vuelvo al pueblo con el rabo entre las piernas, porque en esta guerra de disparos
no tengo nada que hacer.
Por el camino disparo,
guardo, disparo guardo pero ya se me han quitado las ganas y no pongo
demasiado interés en el proceso.
De pronto parece que
quiere salir el sol y me animo le gasto un montón de servilletas al
del bar más próximo y tras un rato secando la camarita salgo todo
eufórico y como no veo a las “galegas” me digo esta es la mía y
“chis” “chas” “chis” “chas” “clic” “clac”
“clic” “clac”.