Tenía muchos planes para
esa mañana de domingo, pero se impuso la lógica. “O llevas al
niño al partido o te buscas otra que te aguante” (dijo mi
mujer).
En realidad le tocaba a
ella, y para colmo es que a mí esto del balón pié no me va ni
mucho ni nada. Bueno, una vez vi un partido entre Europa y América
creo que era y me gustó porque me pareció en lo deportivo un
espectáculo, buenas maneras en las entradas, e incluso así paradas
de balón si alguien había sufrido un percance, jugadas excelentes
siempre tocando balón desde el primero al último de cada equipo, y
añadir a ese soberbio comportamiento la circunstancia de que la
rivalidad brillaba por su ausencia.
Claro dirá alguno, era
un amistoso entre los jugadores más destacados de cada continente y
nadie se jugaba nada. Y yo me pregunto, ¿donde tenían aquél día
los jugadores su orgullo?, porque partidos mucho menos importantes,
(si es que alguno tiene tanto nivel como para que alguien asesine
a un árbitro, a un hincha o cualquier otro estropicio por el estilo)
han terminado como el rosario de la aurora.
A lo que íbamos, que
aquél partido si que me gustó, y en realidad no tengo nada contra
el balón pie, pero los recuerdos que tengo de algunos partidos de
juventud, son al Isidoro de turno dando patadas como si en ello le
fuera la vida, discusiones sobre si ese o aquéllos empujones del
Emilio, no eran faltas, sino muestras de hombría, engañifas para
despistar al rival a veces en un saque de falta o cualquier otra
situación parecida; zancadillear al delantero más hábil porque era
la única forma de pararle y otras cosas por el estilo. Y claro, este
balón pie, no me gusta nada, porque me parece que el deporte no
cuenta y solo valen los trucos a cualquier precio con tal de ganar.
Me “tocaba” decía
llevar al niño al partido, y así fue; bueno no tan niño que ya va
para los dieciséis, pero en casa como si no hubiera crecido. Era un
duelo de pájaros, porque jugaba un equipo al que llamaban “La
Palomera” contra el de mi hijo que tenía por nombre “La
Gaviota”.
Saludos de rigor entre
contendientes y entrenadores y demás colaboradores, intercambio de
banderines entre los capitanes, alegato del señor árbitro sobre
como debería desarrollarse el partido (que mira tú por donde era
una chavalina de no más de 20 años), los linieres colocados
cada uno en su lugar y tras el pitido inicial, todos a correr como
locos.
Ambas hinchadas eran más
bien regulares, unos treinta o cuarenta animadores en cada bando, tal
vez alguno más de los de las palomas. No llevábamos ni cinco
minutos de partido y en un encontronazo dos jugadores se dieron tal
testarazo que uno de ellos cayó fulminado sobre el irregular cesped
del campo, lo que pareció ser el aviso que estaban esperando algunos
padres para comenzar los insultos contra el ileso y sobre todo contra
el árbitro que había momentos en que yo creo que no sabía donde
meterse.
A los pocos minutos el
árbitro pita una falta muy cerca del área y de nuevo los ánimos se
caldearon de tal manera que “puta” era la palabra más fina que
puedo citar aquí. Se reúne el capitán con el equipo suponemos que
para ver como lanzar la falta con acierto y “sorpresa”, coge el
balón en las manos y se dirige a la barrera y entabla una
conversación con el equipo rival y de resultas se dirigen todos al
árbitro que inesperadamente pita el final del partido.
Vuelven los pitos, los
insultos el rosario familiar y esas otras cositas que convierten el
balón pie en uno de los peores deportes de la historia, se acercan
ambos equipos a sus respectivos hinchas y al poco rato se produce un
silencio sepulcral y la salida ordenada del campo de todo el mundo
incluso se diría que con la cabeza gacha en algunos de los
animadores.
Yo me quedo de piedra, me
acerco a mi hijo y me cuenta que han decidido que no se puede
permitir que se utilice el terreno de juego para dar rienda suelta a
los más bajos instintos de algunos padres, que para esos cosas están
los especialistas, es decir los sicólogos y los siquiatras y que
entre todos por mayoría han decidido no terminar el partido como
toque de atención para aquellos que no respetan el trabajo de los
demás, y que si vuelve a suceder lo mismo cuando jueguen estos dos
equipos harán lo mismo aunque pierdan la liga y que además la chica
no ha tenido culpa alguna, incluso es bien conocida entre los
jugadores por impartir justicia, por más que en alguna ocasión no
hayan estado de acuerdo con ella.
Me monto en el coche con
mi hijo de vuelta prematura a casa y no paro de darle vueltas a la
cabeza, es más no termino de creerme lo que he visto; pero sea como
sea, me alegro porque si fuera siempre así hasta terminaría por
gustarme esto del balón pie.