RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

11 abr 2017

SORPRESAS DEL BALÓN PIE


Tenía muchos planes para esa mañana de domingo, pero se impuso la lógica. “O llevas al niño al partido o te buscas otra que te aguante” (dijo mi mujer).

En realidad le tocaba a ella, y para colmo es que a mí esto del balón pié no me va ni mucho ni nada. Bueno, una vez vi un partido entre Europa y América creo que era y me gustó porque me pareció en lo deportivo un espectáculo, buenas maneras en las entradas, e incluso así paradas de balón si alguien había sufrido un percance, jugadas excelentes siempre tocando balón desde el primero al último de cada equipo, y añadir a ese soberbio comportamiento la circunstancia de que la rivalidad brillaba por su ausencia.

Claro dirá alguno, era un amistoso entre los jugadores más destacados de cada continente y nadie se jugaba nada. Y yo me pregunto, ¿donde tenían aquél día los jugadores su orgullo?, porque partidos mucho menos importantes, (si es que alguno tiene tanto nivel como para que alguien asesine a un árbitro, a un hincha o cualquier otro estropicio por el estilo) han terminado como el rosario de la aurora.

A lo que íbamos, que aquél partido si que me gustó, y en realidad no tengo nada contra el balón pie, pero los recuerdos que tengo de algunos partidos de juventud, son al Isidoro de turno dando patadas como si en ello le fuera la vida, discusiones sobre si ese o aquéllos empujones del Emilio, no eran faltas, sino muestras de hombría, engañifas para despistar al rival a veces en un saque de falta o cualquier otra situación parecida; zancadillear al delantero más hábil porque era la única forma de pararle y otras cosas por el estilo. Y claro, este balón pie, no me gusta nada, porque me parece que el deporte no cuenta y solo valen los trucos a cualquier precio con tal de ganar.

Me “tocaba” decía llevar al niño al partido, y así fue; bueno no tan niño que ya va para los dieciséis, pero en casa como si no hubiera crecido. Era un duelo de pájaros, porque jugaba un equipo al que llamaban “La Palomera” contra el de mi hijo que tenía por nombre “La Gaviota”.

Saludos de rigor entre contendientes y entrenadores y demás colaboradores, intercambio de banderines entre los capitanes, alegato del señor árbitro sobre como debería desarrollarse el partido (que mira tú por donde era una chavalina de no más de 20 años), los linieres colocados cada uno en su lugar y tras el pitido inicial, todos a correr como locos.

Ambas hinchadas eran más bien regulares, unos treinta o cuarenta animadores en cada bando, tal vez alguno más de los de las palomas. No llevábamos ni cinco minutos de partido y en un encontronazo dos jugadores se dieron tal testarazo que uno de ellos cayó fulminado sobre el irregular cesped del campo, lo que pareció ser el aviso que estaban esperando algunos padres para comenzar los insultos contra el ileso y sobre todo contra el árbitro que había momentos en que yo creo que no sabía donde meterse.

A los pocos minutos el árbitro pita una falta muy cerca del área y de nuevo los ánimos se caldearon de tal manera que “puta” era la palabra más fina que puedo citar aquí. Se reúne el capitán con el equipo suponemos que para ver como lanzar la falta con acierto y “sorpresa”, coge el balón en las manos y se dirige a la barrera y entabla una conversación con el equipo rival y de resultas se dirigen todos al árbitro que inesperadamente pita el final del partido.

Vuelven los pitos, los insultos el rosario familiar y esas otras cositas que convierten el balón pie en uno de los peores deportes de la historia, se acercan ambos equipos a sus respectivos hinchas y al poco rato se produce un silencio sepulcral y la salida ordenada del campo de todo el mundo incluso se diría que con la cabeza gacha en algunos de los animadores.

Yo me quedo de piedra, me acerco a mi hijo y me cuenta que han decidido que no se puede permitir que se utilice el terreno de juego para dar rienda suelta a los más bajos instintos de algunos padres, que para esos cosas están los especialistas, es decir los sicólogos y los siquiatras y que entre todos por mayoría han decidido no terminar el partido como toque de atención para aquellos que no respetan el trabajo de los demás, y que si vuelve a suceder lo mismo cuando jueguen estos dos equipos harán lo mismo aunque pierdan la liga y que además la chica no ha tenido culpa alguna, incluso es bien conocida entre los jugadores por impartir justicia, por más que en alguna ocasión no hayan estado de acuerdo con ella.

Me monto en el coche con mi hijo de vuelta prematura a casa y no paro de darle vueltas a la cabeza, es más no termino de creerme lo que he visto; pero sea como sea, me alegro porque si fuera siempre así hasta terminaría por gustarme esto del balón pie.