No lo puedo evitar, un
hormigueo me recorre el cuerpo, como si en vez de sangre un hilo de energía recorriera mis venas. Ya se que la felicidad es un
término difícil de explicar porque a veces y sorprendentemente
viene acompañada de lágrimas en vez de sonrisas.
En ocasiones la
satisfacción consiste en una descarga de presión que te empuja a
llorar de placer por la ausencia de ese peso que te atenazaba
constantemente durante largo tiempo. No es ese tipo de felicidad del
que hablo ahora mismo, porque es más como caminar o correr sin notar
el peso del propio cuerpo, es como vivir sin esfuerzo, disfrutar sin
pasión pero con mucha intensidad.
En mi primer calendario
anual me había planteado varios objetivos, algunos en opinión de
mucha gente más que metas eran locuras, y lo comprendo, porque nadie
está obligado a creer en mí salvo yo misma. No obstante desde el
principio sabía que aunque lo posible va ligado a lo imposible y que
aunque las circunstancias no siempre juegan a nuestro favor, lo que
me movía todo el tiempo era la ilusión por alcanzar lo que tenía
planeado y esa ilusión, desde luego nadie me la iba a hurtar con
palabras de desánimo.
Llevo muy poco tiempo
practicando esto de correr por el placer de correr y al menos de
momento muy alejada del famoseo que veo en alguna de mis compañeras,
sobre todo de aquellas a las que mi amiga Ana llama “las
barbys”. Chicas (en
este caso también chicos como Kent) que se
ofertan a la visión general como seres bien peinados, bien vestidos,
y hasta bien embarazados y mejor pensados; símbolos de lo que la
falsa felicidad comercial puede hacer para destruir una persona de
carne y hueso.
Como estaba contando, en
mi caso también soy feliz con la cara o las piernas llenas de barro
como le pasa a tanta gente, porque ¿a cuantas de nosotras les han
prohibido pisar charcos en la niñez?. Pues bien, yo soy una de
esas y no es que me esté desquitando, pero disfruto a placer con
ciertos inconvenientes que antes eran prohibiciones.
Es el caso que por “hache
o por be”, he alcanzado mi objetivo y tengo que decir que
aunque ahora mismo aún noto flojera en mis piernas, hacía años que
no disfrutaba tanto como lo he hecho en estas últimas horas.
Por un momento tentada he
estado de decirles a mis “amables consejeros” lo
equivocados que estaban, pero lo he pensado mejor y tengo que
reconocer que desde su perspectiva y tal vez desde el sentido más
común, tenían razón aunque eso no impida que yo también la
tuviera.
Son momentos dulces y
estoy obligada en cierto modo a frenar mi ímpetu, porque intuyo que
esto tiene su peligro; pues reconozco que no hay mayor desgracia que
creerse por encima de los demás que es para colmo justo en ese
instante cuando te cae todo el peso de la realidad encima y te
demuestra que en el universo, una hormiguita es más importante que
tú misma .