Al camaleón no le pasa
porque sabe cuando tiene que cambiar de color para adaptarse al
entorno, pero a los humanos nos ocurre al menos una vez en la vida:
Aburrimiento, desgana, falta de motivación, insatisfacción, dudas,
MIEDO. De repente te despiertas un día y te das cuenta de que ya no
hay cosas importantes en tu vida, entonces te preguntas ¿Y que hago
yo ahora?.
La realidad consiste en
una serie de creencias desarrolladas en el presente a base de
manifestaciones que sucedieron en el pasado pero que sirven de baremo
y norma en nuestras vidas. Cuando los sucesos tienen que ver con la
actualidad, esos acontecimientos, están obligados a pasar el filtro
de los que no creen en otra realidad que la oficial; y al no ser por
lo tanto “su realidad”, los niegan.
¿Existe la eternidad?.
Desde luego si nos basamos en los cánones empíricos yo diría que
es imposible demostrar que existe, porque hasta el día de hoy, no
hemos conocido ningún ser eterno que pueda defender ese tipo de
realidad.
Tener normas y dogmas
tiene sus consecuencias, pues de ellas surgen dos palabras que nos
van a marcar las pautas que deberán seguir nuestras vidas de niños
(y si somos obedientes hasta la muerte). Estas palabras
son: “correcto e incorrecto”.
Dicen que la depresión
es la acción y el resultado de reprimir o reprimirse y si hemos
leído con atención lo párrafos anteriores, inmediatamente caeremos
en la cuenta de que cuando hablamos de reprimir hablamos de impedir
que una persona se exprese o haga una cosa con libertad.Cuando se impide a
alguien que haga algo por lo general es porque pensamos que ese acto
atenta contra las normas y es ahí donde la realidad ya no es la
misma para todos.
La realidad también es
que a veces, se hace necesario dar cuatro voces, por mucho que nos
cueste dar patadas con la garganta, o por mucho miedo que tengamos a
que nos miren, o nos critiquen porque si actuamos con los
pensamientos de “los otros”, nos convertiremos pronto o
más tarde en parte de la masa aborregada.
La niñez supone un gran
lastre en muchas personas que de no haber vivido de acuerdo a esas
normas hoy serían seres libres de mente y de cuerpo; eso no quiere
decir que las normas deban ser desterradas, solo que no hay que ser
talibanes con ellas porque la norma tiende a comprimir, y por lo
tanto también a oprimir y el cerebro no es precisamente el que mejor
aguanta una reducción drástica de su volumen, pues si bien no es
fácil que estalle, si lo es que se haga un lío enorme con sus
conexiones y ello derive en personas que dejan de encontrarle sentido
a la vida por culpa de esos planteamientos erróneos a los que las
NORMAS por desgracia nos abocan.