RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

16 abr 2018

ANSIEDAD



Esta vez vamos a hablar de la ansiedad, que es uno de los ingredientes más habituales en nuestras vidas, tanto en lo deportivo como en cualquier otro campo y no precisamente de los más deseados. No estamos hablando de ese tipo de necesidad que se menciona en aquella famosa canción de aquél utópico cantante empeñado en que le pintasen angelitos negros; más bien hablamos o mejor escribimos sobre zozobra, agitación y gran malestar originado por algo que deseamos conseguir cuanto antes con el inconveniente de que aún sabiendo que está a nuestro alcance, nos asaltan dudas razonables, hasta el punto de suponer un enorme freno para la consecución de nuestro objetivo.



Lo observamos constantemente en el campo deportivo, donde en demasiadas ocasiones ese freno se convierte en un impedimento tan grande que llega a imposibilitar la realización de la práctica deportiva en la modalidad de competición. Te encuentras con atletas que atesoran unas cualidades extraordinarias, capaces de realizar las mejores marcas en los entrenamientos que luego se ven incapaces de trasladar a la competición; y curiosamente, (a modo de anécdota) con todo lo contrario; deportistas que entrenan en modo minimalista y compiten como si llevaran machacándose toda una vida obteniendo a pesar de esa ausencia de método y de entrenamientos, resultados deslumbrantes.



Ese anhelo, esa desazón, ese afanarse mentalmente por obtener lo que se desea en vez de darse el tiempo necesario para que llegue; lo podríamos resumir en una frase de todos conocida: “ardo en deseos de...”. Y es que efectivamente, nos quemamos por dentro, arde también la mente y entre más leña aportemos a la hoguera, más se aleja ese objeto de deseo de nuestras manos.



Una cosa es afanarse y obtener el máximo rendimiento a base de mucho trabajo, dedicación y esfuerzo y otra sobrepasar ese límite comprensible de querer llegar a alcanzar una meta; y es que cuando lo superamos, perdemos contacto con la realidad física y nos trasladamos a un plano síquico en el que todo vale y en el que el primer enemigo es el miedo que emana de nosotros mismos; aquél famoso “ y si...” por lo hablar de esa autosugestión de la que nos hablaba Emile Couet donde nos enseñaba a transformar lo negativo (cada día estoy peor) en positivo (“cada día estoy mejor, mejor y mejor”).



Pues eso, comencemos el día con buenas consignas, halaguemos esa primera imagen que todas las mañanas vemos en el espejo, desechemos los pensamientos negativos, cambiemos los hábitos nefastos por otros más agradables, busquemos metas razonables, y sobre todo, huyamos de la idea de ser dioses en nuestro pequeño universo; de ese modo, la ansiedad, a fuerza de pasar hambre buscará otros destinos donde alimentarse mejor.