RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

22 jun 2018

Una de siquiatras... (página dos)



... encuentra rematadamente mal, bueno peor, pues va y me dice que lo mío son cuentos chinos, "tu estás de puta madre chaval, ahora que yo... lo mío ya no tiene arreglo, me paso los días tumbado en el sofá con las persianas hasta abajo, cuando me canso, me voy a la cama, luego otra vez al sofá. Hoy me pillas porque se me están acabando las pastillas, y me ha dicho la parienta que si las quiero, que vaya yo, que ya está harta de tanta historia".

Quedamos en vernos "un día de estos".

No se hombre, pensado así en frío, la verdad es que da grima ver al pobre Samuel con ese espíritu, que solo le falta poner la palma de la mano para arriba y se hace de oro; pero mira la mujer, con la cara de buenina que tenía.

Hace un par de años que coincidimos por Semana Santa, frente a la iglesia de Santa Nonia; la señora venía con los pies negros como tizones, pegajosos de tanta sangre y lo peor, en carne viva, tras cuatro horitas de procesión. Las hizo descalza con esa cofradía nueva, la de las verdes en la que ya dejaban entrar a las mujeres, (que ya ves, tanto buscarlas, y para una vez que vienen ellas solas, van los hombres y no las quieren dejar) ¡hay que jorobarse¡ con las mujeres no acierta uno, pero algunos hombres, también no se que pensarán cuando se juntan, porque si no ya me dirás que problema tienen en que ellas se pongan también el traje de papón.

A lo que íbamos que luego se me olvida, ese día estaba yo con Aureliano el lechero, que por lo visto era el primer día en todo el año que se ponía el traje, porque estaba de boda aunque según me dijo a las nueve tenía que ordeñar como todos los días. Pues resulta que se quedó mirando a la mujer del Samuel, y casi escupiéndome en el oído, me dijo que si era esa la “limpia” del Abad; yo le dije que no, que era la mujer de Samuel el de los capuchinos, que no trabajaba ni en la limpieza ni en nada (lo que hiciera los pocos momentos que paraba en casa) y entonces me lo contó.

Según Arureliano, la paisanina, se entendía con el abad, y lo sabía muy bien, porque el le llevaba leche a su casa todos los martes y viernes, y les había visto por lo menos cuatro o cinco veces muy acaramelados y en horas un poco raras, y que por si fuera poco, una vez que le estaba vertiendo cinco libros en una garrafa, salió ella de la rectoría enseñando hasta las trancas y silbando no se qué melodía, y cuando se dio cuenta de que estaba la puerta abierta, y me vio, pegó un grito que pa qué, y fue cuando la vi que yo estaba a lo mío, que derramas unas gotas de leche y te ponen a bajar de un burro ya sabes.

Y ahora que caigo, lo que no entiendo es como no sabía nada don Críspulo, que ese andaba todo el día de un lado a otro porque andaba buscando al que les robaba el pan para hacer hostias. ¿Estaría también el en algún negocio parecido?.