Por
fin ha llegado la primavera...
Estoy
fundido, molido, hecho polvo, puré, una caca...; me pesa el cuerpo
infinitamente, me cuesta mantenerme en pie, no domino los brazos, las
ideas me llegan con excesivo retraso. Por tres veces he intentado
levantarme, pero no puedo; no tengo fuerzas, ni siquiera tengo ganas,
me podría quedar tal como estoy horas y horas sin mover ni un dedo.
Si tuviera que pegarme un tiro, lo dejaría para mañana, porque la
pistola me pesaría como un tanque.
Dice
el siquiatra, que cuando me encuentre así, que tengo que convencerme
a mi mismo que es mentira, que estoy "fetén", "guay
del Paraguay", "estupendo", "extraordinariamente
bien", "como un toro", "mejor que nunca" (ya
me encuentro mejor), "como un chaval"; ¡que coños!, que
va a saber el siquiatra como me encuentro, si la tía está tan a
gusto en su butacón de piel de vaca; la muy... , encima se sienta
sobre un bicho, y quiere que todos los que van a su consulta hagan lo
mismo, ¡pues no!, ya le dije el primer día que: "de eso nada
monada", yo firmes, como los soldados, que tardo más en
relajarme... pues eso es cosa mía, que el que paga es el menda
leyenda, ¡no te jiba!; y yo dale que te pego, que "como una
rosa", "como un tren" (y una mierda, como si no me
mirara al espejo)...ya en la cama, sigo con el mismo rollo, pero
después de tanto esfuerzo, sigo fundido, molido, hecho polvo, puré,
una caca...
Tengo
que dejar de ir al siquiatra, y el caso es que la tía está que no
veas, pero yo que nunca he ido al confesionario en mi vida, contarle
mis cosas a un desconocido, es que me pone a mil por hora, y ahí es
donde estamos de acuerdo los dos, que trago lo que me echen, y no es
eso, ¡no!, no es eso.
Si
me encuentro mal, pues... me encuentro mal y se acabó, mañana ya
escampará si quiere, y si no, pues seguiremos soportando los
nubarrones el tiempo que sea necesario.
El
otro día, llegamos a un acuerdo, después de tres semanas de
consulta va consulta viene, quedamos en que cuando me toque a mi
visita, me pone una sábana por encima del sofá ese, y !Santas
Pascuas¡. Mira que tiene guasa la cosa, tanto tiempo estirado como
el palo de una bandera, y en cuanto me tumbo, ¿querrás creer que
casi me duermo?, se lo contaba a Laudi, y es que se espachurraba de
risa, como si no supiera ella la pasta que me cuesta cada hora de
consulta, porque encima, esa es otra, que la hora es la hora, es
decir sesenta minutejos desde que entras hasta que sales, incluidos
el saludo y la despedida. Pues a lo que íbamos, que me dice Laudi
que por la mitad de la mitad, que me deja su cama, a lo cual yo
respondo, que si, pero que con ella dentro, ¡chúpate esa!; me dijo
que naranjas de la china ¡claro!.
A
la mañana siguiente encontré a Samuel, el de los capuchinos, en la
bolera de San Marcos; está como para hacerle una foto (si cupiera en
ella), se...