RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

13 ago 2018

Maldita memoria


Eran en su mayoría gente fornida, a veces bajo la luz de las candelas viéndoles desfilar antes de romper filas como si de una cofradía se tratara; podías ver ese aire siniestro y hasta espectral que infundía temor a aquellos niños que pasaban sus primeras vacaciones en el pueblo; para el resto de la chiquillería, solo era la transformación diaria de sus padres, sus tíos, sus primos, sus abuelos e incluso alguno de sus hermanos tras cada jornada laboral.

Don Manuel nos habló en una ocasión de un pequeño roedor al que la gente apodaba “minero”; lo recuerdo ahora después de tantos años como si fuera un descubrimiento, porque en aquellas tardes de toros en la escuela, aunque el maestro aprovechaba cada descanso para intentar meternos retazos de vida en la sesera, terminada la clase, solo se hablaba del famoso “cordobés”, de su valentía ante la bestia y de lo que don Manuel denominaba “arte”. Le doy un par de vueltas y concluyo que este ratón también era un artista haciendo galerías para entrar y salir de su hogar, incluso para despistar que en eso son muy finos los ratones.

Me imagino el pueblo al anochecer, sus luces amarillentas, y soy capaz de reconocer solo por las siluetas a cada una de las mujeres que en aquellas desvencijadas casas habitaban. Son tan fornidas como los hombres; pero todo el mundo sabe que tienen otras cualidades sin las cuales muchos hogares estarían ya vacíos. A estas horas están trajinando en la cocina a la espera de que “sus hombres” vuelvan del tajo. Este mes no ha sido fácil apañárselas para componer una mesa decente, trabajan como perros por un escaso jornal repiten ellas a menudo. En esta casa que es precisamente la de Domitila no están tan mal; se parten la pana tres adultos, el mayor (su marido) de treinta y ocho, el mediano de veintidós y el pequeño de trece.

Hoy a venido el patrón a dejarse ver por el pueblo; demanda un mayor esfuerzo a sus lacayos; antes solía visitar algunas casas pero las mujeres no dejaban de darle la vara con sus exigencias, que si hay que arreglar esto, que si aquello, que si no ganaban para ropa, y que qué le importaban a él unas pocas perronas cuando sus hombres se jugaban la vida para hacerle más rico... el patrón asentía como el cura, pero ni el uno ni el otro hacían nunca nada. Ahora solo habla con Jacinto y Ciprianín, (que el diablo les lleve); ellos le ponen al día sobre quien comenta esto o aquello, quién trabaja o quién flojea; justo cuando le están hablando de Nico y de sus repetidas borracheras, suena la sirena.

Todo el mundo sale de sus casas, unos con lentitud y otros a la carrera. Niños, mujeres, y cualquiera que no esté impedido abandonan cualquier tarea y acuden a su cita periódica; es un ruido horrible que se te mete dentro; no de los oídos, sino del corazón hasta estrujarlo como si fuera una esponja que se va quedando seca. Ramiro que está jubilado de la mar, llora silencioso, porque recuerda otras sirenas y otros hombres que nunca volvieron; tiene un pálpito que desgraciadamente se cumple. Van pasando las horas y llegan noticias; tras el silencio sepulcral, llantos y lamentos confirman la gravedad de la situación; una explosión; de momento nueve muertos y muchos atrapados a casi cuatrocientos metros a los que se está intentando hacer llegar oxígeno. Buscan al patrón pero no aparece, sin embargo al cura no hace falta llamarlo.

Son solo recuerdos, pero hay algo que no consigo borrar de mi memoria. Veo avanzar hacia mí una nítida apariencia oscura, los ojos, alegres porque han salido, tristes porque mañana tendrán que volver a bajar pero sobre todo rojos como tizones de tanto restregarse, intentando descubrir otra realidad. Veo también acompañadas en su soledad, varias mujeres vestidas de negro, algunas con su bebé en brazos, otras dos apretando la mano de niños muy pequeños; la mirada fría como un carámbano y por dentro, un luto eterno que comenzó con sus abuelos, continuó con sus padres y sus maridos y hoy, se repite por desgracia con sus hijos.