RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

15 oct 2018

FIN DE TEMPORADA

Su nombre era Juventino, pero todo el mundo le llamaba Juven lo mismo que a su abuelo que en paz descanse. Dicen que era un hombre muy reservado, de tez muy morena, que las palabras que salían de su boca, eran las justas, ni una de más, pero tampoco de menos; ancho de hombros, estatura media tirando a alta; no alcnzaba el perfil de enjuto, pero a pesar de tener músculos fuertes y resistentes, daba una falsa impresión de delgadez; el poco pelo que se adivinaba ya algo cano y hablan de una cadencia de voz pausada como de estar cansado.

Vestía un pantalón ajustado que no le llegaba ni a la rodilla, junto a una camiseta también muy ajustada con grandes bolsones sobre los riñones, unos zapatos negros, calcetines blancos además de un casco con secciones abiertas para el aire y montaba una bicicleta de carrera de esas que ahora llaman de carretera.

Justo en el momento que trato de describir, sudaba a mares, a pesar de tener el cuello hundido, tenía una mirada ausente de rumbo, como si estuviera desorientado y se le oía respirar con cierta dificultad. Acababa de subir un gran puerto y los grandes desniveles junto a la larga distancia acumulada en el llano, seguramente, le habían generado una gran fatiga. Tengo la visión fugaz de una caída a cámara lenta, pero en realidad, se desplomó en un instante sobre su bicicleta, perdiendo el conocimiento en la caída o tal vez fuera la pérdida de consciencia lo que la provocó. Alguien me susurró al oído “este tío está muerto”, pero agoreros les hay en todas partes.

Por más que la gente agolpada a su alrededor tratase de recuperarle, no daba signos de ello, de modo que alguien llamó al ciento doce, aunque al final quién apareció fue un helicóptero de la Guardia Civil que se lo llevó al instante.

No se si fue al día siguiente o al siguiente, cuando tomando un café en el barrio leí la noticia en el diario local; el titular hablaba del desvanecimiento de un conocido deportista (J.G.F) a causa de un golpe de calor y de su inmediato fallecimiento; me puse triste con la lectura, porque aquél hombre tenía cara de buena persona, y siempre pienso en la cantidad de cabrones que andan jodiendo la vida al personal por ahí tan panchos.

Algunos de los testigos presenciales decían que había caído, como “fulminado por un rayo”, que casi no había tenido tiempo de sacar los pies de los rastrales; alguno aventuraba una ligera sonrisa del finado mientras apoyaba sus antebrazos rendidos sobre el manillar. Sea como fuere, el caso es que días después, aquello generó una gran polémica sobre si aquello eran locuras, actos de fe, o cordura mal entendida por los profanos.

Yo no entiendo mucho de eso, pero no puedo evitar la visión de un hombre cayendo a cámara lenta sobre su bicicleta, y pienso que quién soy yo para juzgar lo que cada uno hace con su vida, quién soy yo para aventurarme en los pensamientos de otra persona si ni siquiera después de setenta y cinco años conozco los míos. Vuelvo de nuevo a viejos pensamientos y me pregunto, porqué nos da tanto gusto meternos en la vida de gente que nunca nos ha perjudicado, y sin embargo somos tan permisivos con quienes tienen como forma de vida provocar sufrimientos a la humanidad.

Pienso que tal vez de no haber estado allí, no albergaría ningún tipo de sentimientos hacia aquél hombre, y me sorprendo hablando en voz alta: “Juven, amigo, espero que hayas tenido una buena vida”.