Hace ya varias semanas
que no veo a mi amante; estoy desesperado y en algunos momentos en
que mi subconsciente se me ha subido a la chepa, me he asomado
peligrosamente a la ventana. ¿Es esto vida?. Para vivir así, mejor
morir entre estas cuatro paredes. ¿No pueden comprender los
gobiernos que no puedo vivir sin ella? Si uno de esto días me
decido, dejaré una nota bien visible en la que dejaré claro que
ellos serán los únicos responsables de mi muerte. Aunque para
cuando eso pase ya no le importaré a nadie salvo a ella.
No dejo de pensar en su
rostro, en sus labios, en su pelo, en su cuerpo voluptuoso, en esos
vestidos tan ligeros y suaves por los que resbalaban mis manos hace
tan solo unos días, en tantos momentos agradables que pasábamos, en
lo hombre que me hacía sentir. No es ella una mujer de risas, pero
cuando sonríe te entra una cosa en el pecho, que te hace llorar de
felicidad.
No hay forma de que me
coja el teléfono, seguramente su marido se huele algo y puede que
ande al quite, total para lo que le va a durar. Se perfectamente que
ella está pasando por lo mismo que yo, que me desea que me busca con
su corazón más puro y que solo espera el momento en que nos abran
las puertas de esta cárcel moderna para que podamos encontrarnos de
nuevo.
Hoy he tomado la decisión
más importante de mi vida, tengo que verla, de modo que iré al
supermercado de su barrio y podremos hablar y quien sabe si tal vez
deleitarnos con algún roce al pasar el uno junto al otro. !Qué
desgracia¡, no la he podido ver y para colmo, me han llamado la
atención pensando que estaba acaparando alimentos porque me han
visto entrar y salir hasta cuatro veces. Me da lo mismo, mañana allí
estaré como un clavo.
Menudo vuelco me dio el
corazón cuando la vi, me acerqué por detrás y la chisté; se dio
la vuelta, y cuando me reconoció, la pobrecilla se puso pálida de
la impresión, me acerqué con la intención de darle ese beso que
tanto necesitábamos, pero fue como si se le hubiera acercado la peor
versión de aquellos dráculas de las películas antiguas; extendió
los brazos como indicándome que me alejara de ella; cada vez me
desorientaba más la situación, y se da el caso de que no me pareció
ver amor en sus ojos, sino miedo, y hasta un punto de terror. Intenté
de nuevo aproximarme tratando de asimilar esta extraña escena que
seguía sin comprender, y en ese momento alguien me tocó en el
hombro, me dí la vuelta y lo siguiente que recuerdo es estar rodeado
de varias personas del supermercado y un dolor muy intenso en entre
la mejilla y el ojo derecho por el cual poco o casi nada podía ver.
Pero hombre de dios, como
se le ocurre intentar acercarse a la señora estando su marido
delante, recuerdo que me decía la dependienta de la carnicería a
través de su mascarilla FFP1 que le daba por cierto un aspecto
fantasmal.
Ha pasado casi un mes
desde aquello y aún me duele cada vez que mastico; el ojo por
fortuna lo voy recuperando, pero lo más curioso de todo es que he
descubierto que ya no la quiero.