RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

2 abr 2020

Mi primer parte de guerra (Espiando a mis vecinos)

Día a:

Por curiosidad, me asomo a la ventana a las ocho de la tarde, porque escucho ruidos y aplausos en la calle, por un momento pienso que esto se ha acabado, pero me parece muy pronto, porque solo han pasado un par de días. Veo muchos vecinos asomados a sus ventanas aplaudiendo, no entiendo muy bien lo que pasa hasta que al finalizar el ruido, escucho a mis vecinas de abajo comentando que es el modo de agradecer a los sanitarios lo que están haciendo por los enfermos.

Día b:

Vuelvo a asomarme a la ventana a las ocho de la tarde, pero solo sale el hermano y me pregunto si habrán caído enfermos los demás. La gente sigue aplaudiendo.

Día c:

Me asomo como los días anteriores, pero las chicas siguen sin salir, se añaden otros ruidos como de instrumentos a los aplausos.

Día d:

Me ha alegrado escuchar las voces de mis vecinas, porque por un momento pensé que estarían enfermas, pero no, tras los aplausos vuelvo a escuchar sus voces con sobrada potencia, instantes después una les dice a los otros: “Mirad lo que me han enviado... esta no es una guerra cualquiera, es una guerra moderna en la que el enemigo es invisible e indetectable al ojo humano y tal vez con capacidad para mutar... Acojona ¿verdad?”
La verdad es que me da que pensar eso del bichito mutante.

Día e:

Se repiten los aplausos, aunque este día se escuchan claramente también utensilios de cocina; me digo que cualquier instrumento es bueno para hacerse escuchar, pero me recuerda a las caceroladas en las manifestaciones. Una vez más se extiende la conversación entre mis tres vecinos tras los aplausos, de modo que me sigo poniendo al día; hoy es Diego (creo que así se llama) el que lleva la voz cantante y capto más o menos lo siguiente: “¿sabéis? todo esto que está pasando, ya lo habían advertido algunos hace años, es más, ya lo habíamos vivido con anterioridad repetidas veces con el sar, la gripe aviar, la gripe A, o el ébola por ejemplo pero esta vez ha sido el momento elegido para hacer experimentos, para recabar datos en tiempo real sobre el comportamiento de una civilización global que por mucho que nos duela, parece ser el enemigo”.
Esta vez me voy a la cama dándole vueltas a lo de los datos, pero no lo pillo muy bien. Estaré atento mañana.

Día f:

Hoy he asistido a un hecho bochornoso. Mis vecinos le han tirado dos naranjas a Ilma, nuestra vecina del primero, al parecer le dio por salir justo en la hora de los aplausos a pasear a la perrita por el parque que tenemos enfrente y ha sido el Diego el que le ha pedido a sus hermanas algo para tirarle a la niña, les mandó llenar un cubo de agua, pero solo le trajeron naranjas, le tiró dos a la chavala pero afortunadamente solo una le rozó, y una de las gemelas le detuvo alegando que ya les quedaban pocas. Yo creo que no sabían quien era por ir embozada hasta la nariz. Esta cría que no tendrá más de trece años, vive sola con su madre que casi no sale de casa porque tiene un problema raro de huesos y hay días que no se puede mover. Me ha dolido tanto el gesto que he estado a punto de delatarme. Nunca pensé que estos chicos que no tendrán más allá de treinta años fueran capaces de algo parecido. Hasta hoy les tenía por unos vecinos amables y simpáticos pero ya veo que no. Me he ido a la cama muy cabreado.

Día g:

Una vez más siguen los aplausos, tal vez en menor número pero siguen, se suman sirenas de la policía, y al parecer también se aplaude al ejército. Una vez más sigue la tertulia. Ahora le toca a una de las hermanas: “Ahora resulta que tenemos que aplaudir a las fuerzas armadas y a la policía que hace solo unos días nos molían a palos en las manis” a este paso vamos a tener que aplaudir a los chinos” La otra le contestó algo así: “Bueno hija, ahora están patrullando las calles y se juegan la vida cada día, cualquier día viene un loco de esos que salen a la calle y les pasa con el coche por encima”.
Me he ido cabreado de nuevo a la cama, mi cobardía o ese mismo miedo que detecto en mis vecinas, me ha impedido criticar su proceder del día anterior.

Día h:

Hoy la conversación ha ido de ejércitos y la voz era de una de las dos hermanas que no logro identificar, no capté toda la conversación porque tenía el gaznate seco; al volver de la cocina, estaba diciendo esto: “Ya tenemos pues los dos ejércitos, por un lado la humanidad y por el otro un bichito al que le han puesto testa real. Y ajenos a ambas fuerzas, aparecen al menos otros tres ejércitos; los llamados predicadores que inundan los medios con noticias a troche y moche; los mercaderes del dolor, la desgracia e incluso de la muerte cuyo lema comercial y de vida, es el máximo beneficio pese a quien pese; y finalmente están los obedientes lacayos del sistema compuestos en su mayoría por seres que en situaciones extremas, tienen la capacidad de tomar medidas que afectan a todos sin tener muy claros cuales van a ser los resultados”.
Me parece coherente lo que ha dicho. Sigo cabreado.

Día i:

Una vez más mis vecinos los salvajes han increpado a la niña, esta vez era por la mañana, y me he asomado al escuchar las voces, la han llamado de todo “puta” “cabrona”, quédate en casa y tira ese chucho por la taza el váter, me he ido corriendo a la cocina he llenado un vaso de agua y se lo he tirado de arriba hacia abajo para que no se supiera de donde venía, porque yo estoy a su derecha; me han puesto a parir, pero afortunadamente tengo otros tres pisos encima, y no me han pillado, luego me he escondido y no he vuelto a salir.
Hoy me he ido contento a la cama.

Día j:

Hoy no he salido a la ventana.

Día k:

Hoy tampoco, mañana saldré.

Día l:

Sin asomarme a la ventana he estado al loro de lo que contaban los vecinos. Hoy me he reído un rato. Resulta que una de las hermanas salió a comprar algo, a la vuelta ya cuando estaba llegando al cuarto B (por lo visto no usa el ascensor en estos días), se encontró con el vecino del octavo C que bajaba también por las escaleras, por lo visto salió escopetada hasta la calle tan rápido que se pegó un porrazo de muy señor mío. Al rato, por lo visto volvió a subir acojonada y dolorida y al descargar la bolsa resulta que solo le quedaban cuatro huevos sanos de la docena que había comprado. “Para otra vez, que salga otra, yo no salgo más” dijo.
Me lo he pasado muy bien.

Tengo que poner al día las transcripciones que ya tengo olvidada la taquigrafía y a veces me lío a ver si me pongo al día...