Le pusieron de nombre
Javier y heredó dos extraños apellidos, Gorricho y Guatemala por parte de madre; el
primero al parecer era un apellido vasco y el del segundo nunca lo
supe. Aunque figuraba en el libro de familia como español, era
oriundo de una desaparecida provincia ultramarina (Guinea
Ecuatorial), concretamente de su capital, lo que en Europa llamaban
Fernando Poo.
Su padre que en aquél
entonces trabajaba a las órdenes del Gobernador Civil Pedro
Latorre Alcubierre; decidió volverse a España en el año 1964
tras el proceso de autonomía de la región, justo cuando Javier
estaba a punto de cumplir los siete años de edad.
Ya en España compraron
un chalé en un barrio tranquilo de la ciudad, en el que aún vive
parte de la familia. Siendo aún un niño, obtuvo una beca de
aquellas que llamaban “de gracia” para estudiar en el seminario
de Valderas, y durante poco más de un año, fue el estudiante más
joven del centro, pero no duró mucho porque en menos de dos años, lo
cerraron “por demolición” y le trasladaron a un centro que los
hermanos carmelitas tenían en la capital, donde continuó sus
estudios durante algún tiempo.
Para haberse criado bajo
las faldas de varias mujeres al quedar como el único varón de la
familia tras la muerte de su padre; no parecía caprichoso ni
consentido, sino agradable y de los que hacían amistades con
cualquiera en menos que canta un gallo; se podría decir que era un
tío “echao palante”, que a mí siempre me pareció un hombre
viejo por la forma en que se enfrentaba a las peores situaciones como
si no fuera con el la cosa.
En el barrio en la época
en que yo le conocí tenía cierto prestigio y reconocimiento por el
resto de chavales, tocaba en un grupo de folk, daban algunos
conciertos y cantaban en algunas iglesias, pero yo pienso que el
hecho de haber pasado por el seminario le daba ciertas tablas, hasta
el punto de haber podido escuchar en varias ocasiones a distintos
chicos, que el Javier se las sabía todas, que era perro viejo y no
era raro escuchar como le decía a alguno cosas “¿pero no ves chaval que
te veo venir?” "¿A mí me la quieres pegar?.
Era polifacético donde
los haya, pintaba, tocaba la guitarra, tallaba piezas de madera, era
amante de las plantas y de los animales, era un filósofo a ratos al
que se le daba bien el deporte, incluso tenía un cinturón marrón
de kárate que por aquella época era mucha tela, pero sobre todo
tenía un don especial para las mujeres, cosa que nos ocultó a todos
durante varios años, porque por lo visto se iba a tirar el anzuelo
por otros barrios colindantes mientras que por el suyo pasaba por ser
un eremita; hasta que llegó la francesita un verano y a pesar de que
todo el barrio anduvimos a la caza como perros en celo, el Javier fue
el único que se la ligó. Al final tanto deambular por ahí y como
suele ocurrir en muchas ocasiones y cuando ninguno lo esperábamos, terminó
pidiendo matrimonio a una de su mismo barrio.
Recuerdo aquél enorme
chalé como un hogar abierto, sin barreras donde te podías encontrar
a cualquiera y donde siempre eras bien recibido, donde siempre te
llamaban por tu nombre y a menudo te invitaban a comer, a merendar o
a lo que fuera menester. Muchas horas agradables pasamos a su vera,
sobre todo en las fiestas del barrio que disfrutábamos siempre como
si no hubiera un mañana por llegar. Recuerdo especialmente una noche
de verano en que fuimos coincidiendo a la vuelta de nuestros
respectivos asuntos hasta cuatro amigos, no se el motivo, pero alguno
comenzó a relatar pasajes de la película “Golfus de Roma” y
fueron tantas y tan largas las carcajadas que a eso de las cuatro de
la madrugada algunos vecinos ya hartos nos llamaron la atención
varias veces hasta que lograron disolver la manifestación.
Por lo que he sabido más
tarde, mantuvo Javier varios negocios y en alguno de ellos le pudo
haber ido francamente bien, pero las circunstancias no fueron
propicias, de modo que se montó un taller de motos mientras
preparaba oposiciones, al final hubo suerte y a la tercera aprobó y
traspasó el taller. Hoy como todos estos días está currando a
destajo como todos sus compañeros (esos que la gente tantas veces
han llamado vagos) para que la gente que se ha quedado en el paro, o
le han aplicado un “ERTE”, pueda cobrar en estos días de
angustias económicas y virus con corona. Quien nos iba a decir hace
años que terminaría siendo uno de esos héroes mil euristas a los
que aplauden por los balcones ventanas y terrazas de todas las
provincias de España.
Javier, si alguna vez
lees esto, te deseo que te haya ido bien en la vida, pero sobre todo,
que lo mejor esté por llegar.