RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

9 may 2021

EL ANONIMATO

 


Llegó a alcanzar fama mundial en el difícil deporte del ajedrez; gracias al cual pudo viajar por todo el mundo realizando campeonatos muy brillantes, a veces obtuvo algunos resultados adversos que le hicieron recapacitar seriamente si la vida que llevaba merecía la pena.

Todo el mundo sabe que la tensión del jugador de ajedrez es muy alta y a veces aunque pueda parecer increíble, algunas partidas se ganan antes de jugarlas, pero también se pueden perder sin haber movido una sola ficha.

No era Domingo de los conformistas, más bien todo lo contrario, se había propuesto alcanzar ciertas metas y para ello ponía todo de su parte, incluso se inventaba ejercicios algunos de los cuales bien los podría haber usado la santa inquisición. Por ejemplo, se ataba una cuerda de cáñamo de esas que pican a la muñeca, sujeta a su vez con una goma lo que le dificultaba alcanzar cada pieza del tablero; en ocasiones jugaba partidas completamente desnudo sobre la nieve, otras veces ponía música a todo volumen y siempre escogía aquellas canciones que más odiaba. Tenía en fin multitud de métodos para conseguir convertirse en un hombre de hielo al que no le afectase ninguna distracción durante la partida.

En el aspecto puramente físico, era capaz de estar corriendo durante más de seis horas mientras mentalmente repasaba movimientos, rutinas y determinadas partidas de Topalov entre otros ajedrecistas famosos, al tiempo que trabajaba la nnemónica; si a eso le sumamos las horas de gimnasio para aguantar las agotadoras partidas obligado a estar sentado en una silla, deduciremos con facilidad que la jornada se le quedaba pequeña.

Pero todos sabemos que el hielo con el calor se derrite, y a veces para que haga calor no hacer falta que la temperatura sea alta, de modo que en alguna ocasión el hombre de hielo se hizo líquido sobre la silla y no fue capaz de mantener la atención necesaria para hacer frente a su oponente como acostumbraba; incluso en una ocasión perdió más de tres kilos en un campeonato pero no le dio demasiada importancia, luego cuando en un campeonato importante le empezó a molestar la presencia de un reducido público y comenzó a tener momentos de ausencia de concentración que le obligaban a exigirse mucho más de lo habitual, ya se lo pensó.

Afortunadamente se recuperó y consiguió volver por sus fueros siendo el rival fuerte y seguro de si mismo que todos conocían; vivía sus mejores momentos como deportista de alto nivel, tenía el reconocimiento del público y sobre todo de los críticos que hablaban maravillas sobre como realizaba movimientos impensables descolocando a sus rivales a veces solo con su serenidad.

Pero después de un año llega otro y luego otro más y con el tercero volvieron los demonios a anidar en su cerebro, y todo lo que no fuera la propia partida comenzó a parecerle superfluo; ¿Porqué tengo yo que aguantar las entrevistas y el acoso mediático si lo único que quiero es jugar al ajedrez? (Se preguntaba en ocasiones). Lo único que quería Domingo era llegar, sentarse frente a su rival y jugar la partida, olvidando que en este deporte como en la mayoría hay unas reglas no escritas que son más estrictas cuanta más fama tiene el jugador.

Finalmente acudió a un especialista que tras varias sesiones le dijo lo siguiente; “Ya no juega usted para sí mismo, últimamente juega para los demás y cuando uno piensa en lo que está fuera, irremediablemente pierde la perspectiva de lo que hay dentro. Cuando le damos prioridad a lo superfluo en vez de a lo esencial, es difícil pensar con claridad sobre los movimientos a ejecutar porque estamos intentando descubrir lo que los demás esperan que hagamos y al final nos encontramos con que ante una partida no juega usted solo, sino que le están acompañando aquellos a los que dedica sus pensamientos y así es prácticamente imposible concentrarse como se debe. Ahora saque usted sus propias conclusiones y vuelva el miércoles”.