RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

15 jun 2021

CARIÑOSA

 


La llamábamos gatina; mis; o misina, pero jamás por su verdadero nombre: “cariñosa”.

Se salvó de ser arrojada al pozo del tío Fortunato porque una joven alma caritativa se las ingenió para sacarla del saco junto a dos de sus hermanos. Escondida en una vieja cocina de adobes, era amamantada mediante un trapo mojado en leche durante las primeras semanas en las que prácticamente podía dormir sobre la palma de una mano.

Su hermanín murió a la primera semana, y su hermana poco después, pero ella era una superviviente y consiguió jugársela al destino con elegancia y con mucha tenacidad, a pesar de poseer las peores cartas en este juego de la vida.

Con el tiempo se fue haciendo un hueco en los corazones de aquellos que habitaban la casa grande y de aquella panera repleta de telares, pasó a familiarizarse con las cortinas, el sofá, y multitud de pequeños artefactos con los que aprendía a ser una gata cazadora. Con aquellas escaleras de peldaños infinitos tardó más tiempo porque por aquellos gigantescos escalones, era imposible trepar; sin embargo no tardaría mucho en solventar esa pequeña barrera y en poco tiempo ya estaba lista para echarse una siesta en cualquiera de las camas de allá arriba.

Se les subía a los de la casa grande sobre el pecho cuando estaban sentados en el sofá y buscaba la paz bajo la protección de sus mejillas ronroneando sin cesar como solo saben hacer las gatas de verdad y unos pocos humanos.

Vivió algún tiempo en la ciudad, pero aquello no le trajo nada bueno, pues en una de sus visitas pasó por quirófano para dejar de ser madre de nuevo. A la vuelta fue considerada por su propia hija como una intrusa y ya jamás volvieron los juegos y las enseñanzas a aquél pequeño jardín.

Con el tiempo su hija se ausentaba cada vez más, pero ella era una gata hogareña y gustaba de vivir con las personas, de modo que solo se la echaba de menos durante alguna escapada esporádica de la que volvía casi siempre con un ratón en la boca que a veces depositaba a los pies de sus “amos”.

Los inviernos salvo alguna que otra visita, transcurrían en soledad, porque sus dueños en aquellas épocas menos templadas se trasladaban a vivir a la ciudad. Un día la llevaron de nuevo a la capital para otra operación; al parecer volvió recuperada, pero desde entonces ya no disfrutaba tanto de las comidas y por mucho que estas variasen en forma y composición no parecía digerir aquellos “alimentos”, lo que no evitaba que siguiera prodigando cariño y mendigando caricias.

Fue transitando de lozana a delgada, y de ahí a endeble en un margen de tiempo que ahora se nos antoja pequeño pero que no lo fue tanto. Finalmente su cuerpo dejó de admitir cualquier tipo de alimento y aunque ella lo intentaba enseguida lo expulsaba.

Son etapas en las que las diferencias entre personas y animales desaparecen como por ensalmo y se convierten en similitudes; de modo que la energía se iba por cada poro de su esquelético cuerpo hasta que hoy quince de junio del año dos mil veintiuno, ha muerto.

Cariñosa, quiero que sepas, que en estos momentos de duelo, sentimos haberte reñido más de lo necesario, y no habernos portado tan bien como merecías. Ahora es tarde para darte el cariño que tal vez en más de una ocasión necesitaste y ya solamente podremos visitarte en tu nueva morada allá en la parte norte, bajo el joven nogal que todos deseamos sea tu mejor guardián durante tu otra vida.