ETNIAS TARAHUMARAS…
Son ya muchos, los que en
los últimos tiempos han oído hablar de estos hombres, son muchos
los que han oído hablar de sus grandes hazañas, muchos los que
saben el tipo de calzado que utilizan y algunos los que intentan
copiar esa especie de alpargatas (huaraches), con las que corren por
los barrancos, pedregales y demás caminos de su tierra, ataviados
con una especie de taparrabos con el faldón de la camisa colgando
ampliamente por detrás, y con una cinta sobre la frente sujetando el
pelo, como los “mescaleros” que casi todos hemos visto en alguna
película del Oeste.
Entre los aficionados a
correr, se habla de corredores de grandes distancias, con una gran
pericia para sortear todo tipo de obstáculos, se dice que corren
grandes distancias alimentándose tan solo a base de una simple
bebida que obtienen del maíz; se comenta que han ganado a los
mejores entre los mejores.
Son famosos pues, por
recorrer grandes distancias en una especie de juego llamado
“rarajípari” en los hombres y “rowema” en las mujeres, (no parecen ser nada machistas), se
hacen equipos y se habla de hasta 750kms recorridos de este modo,
como la carrera más larga conocida de la historia.
Entre los Tarahumaras,
aunque ellos se llaman a sí mismos “rarámuris”(los de los pies
ligeros), todos comparten sus pocas posesiones, no existe pues la
propiedad privada.
Pero hay una parte que no
es tan bucólica, una parte que nos muestra otra realidad; se han
escrito gran cantidad de documentos al respecto, algunos oficiales,
otros no tanto, pero cada uno aporta su granito de arena, y hoy vamos
a formar parte activa en este movimiento:
LOS TARAHUMARAS,
ENTRE LA ESPADA Y LA PARED
Mi primer contacto con los tarahumaras, llegó trasteando por la red
en busca de un evento deportivo que había tenido lugar en la ciudad
de Chihuahua con motivo del Campeonato del Mundo de Marcha Atlética.
En un periódico local, además de los asesinatos diarios; se hablaba
de unos indios, cuya miseria era tan grande que se estaban suicidando
tirándose por los barrancos; no puedo confirmar si la noticia era
cierta o no, pues como siempre engañados constantemente como estamos
por los medios, cada uno cuenta la película según sus intereses. El
caso es que me llamó mucho la curiosidad, y me dediqué a buscar
información al respecto; no habré leído ni un cinco por ciento de
lo que hay por ahí, pero de momento es suficiente para dar otra
visión diferente a la que conocemos en el mundo “civilizado”.
Vamos con esa visión:
De las más de 80 tribus
conocidas; hoy seguramente, no llegarán a la media docena, a ellos
se les debe una grandísima parte de la cultura Mejicana, tenían una
relación directa con la tierra, el agua, el bosque, una asociación
natural en definitiva, y casi mágica con el entorno.
Poseían una climatología
benigna en algunas zonas, pero sobre todo muy diversa; el 70% del
agua en la zona, 1/3 de la madera de la región; no es que estuviesen
sobrados de recursos para la vida diaria, pero incluso con ese
inconveniente, lo que había era suficiente para una tribu condenada
por sus dioses a la pobreza eterna.
La situación actual,
producto de la incursión extranjera y la corrupción en la sierra y
entorno tarahumara, tiene mucho o lo mismo que ver con la situación
de otras zonas del mundo (salvando las distancias), donde los
depredadores modernos hacen diariamente sus negocios en connivencia
con los distintos gobiernos, agotando uno por uno los recursos
naturales del país, hasta dejarlo en los huesos y lo que es peor,
llevándose los beneficios a otros lugares.
Si en los orígenes, los
rarámuris, tenían la posibilidad de vivir de la ganadería, de la
pesca, maíz, fréjoles, algo de ganado y algunos productos naturales
de la tierra como hongos y raíces; el hombre blanco, (CHABOCHI –
HOMBRE MALO), lenta pero
inexorablemente, obliga a los indígenas por la fuerza en la mayor
parte de los casos a vivir en condiciones aún más deprimentes, más
duras empujándolos a zonas más inhóspitas de la sierra, donde la
vida humana se mantiene más por un hilo espiritual que físico.
Españoles, americanos,
dictadores, terratenientes, narcotraficantes y alguno más van
encontrando acomodo en terreno ajeno y cada uno de ellos va apretando
un poco más la soga que han colocado en el cuello del indio que
ahora ya no solo es esclavo de la tierra y de las duras condiciones,
sino además lo es también de la avaricia sobre todo extranjera.
La modernidad ha llegado
a la sierra, y le llaman “chepe”, que no es otra cosa que un
ferrocarril, para que los “otros” puedan aprovechar mejor los
recursos de la sierra, como la cascada Bajaséachic que es al parecer
la más alta del mundo por su posición topográfica; o sus cañones
que dejan casi en evidencia a los del colorado. Hablamos de un
terreno extremadamente variado con un clima bastante extremo, frío
arriba, calor abajo.
Su extensión viene a ser
como la mitad de la península ibérica (600x250kms); no me imagino
lo que sentirían los primeros “conquistadores” al toparse con
los estrechos desfiladeros, sus alturas, sus cortantes rocas, sus
pendientes inimaginables que según cuentan precisaban de un día
entero para ser completadas. Me pregunto qué animales salvajes
estarían al acecho de aquellos extraños seres que no se parecían
en nada a los habitantes naturales de la región.
Como ha venido ocurriendo
a lo largo de la historia, las grandes religiones, no gustan de la
variedad, no aman la libertad de los pueblos, precisan para su
subsistencia ejercer el dominio primero espiritual, luego económico
y finalmente sicológico; cuando el miedo hace parte de la vida
diaria, incluso los indígenas son más dóciles a ciertas
tentativas.
Algunos indios, ante la
imposibilidad de seguir su camino aunque fuera “malviviendo”,
deciden huir de la esclavitud física y espiritual que sienten en las
misiones y buscan refugio en las barrancas, otros porque son
explotados en zonas mineras y otros porque son perseguidos por las
milicias que inevitablemente forman parte de este tipo de
expediciones; como si la fe necesitara de la fuerza bruta para crecer
en los corazones de las pobres gentes que ya tienen sus creencias
desde hace miles de años, y que aún no teniendo demasiadas
facilidades, nunca se quejan.
Pero el progreso es
implacable, los gobiernos no se sacian nunca, y los ejércitos no
hacen preguntas, de modo que la perentoria búsqueda de almas,
obligaba a los jesuitas acompañados como se ha dicho, de los
militares a buscar a los huidos en las mismas barrancas hasta el
punto de que la infinita paciencia de los indígenas se convirtió en
rabia, con lo que dejaron de ser indios para convertirse en rebeldes,
y cuando ya Europa dejaba en la botella los primeros posos del siglo
XX, expediciones próximas a los 20.000 hombres sofocaron
definitivamente la revuelta, de modo que los que no fueron sometidos
por la fuerza debieron sufrir los rigores del clima y el relieve en
zonas donde vivir era prácticamente imposible.
Recordemos que las
primeras expediciones a la Tarahumara, tuvieron lugar alrededor del
año 1536, con la expedición de Alvar Nuñez “Cabeza de Vaca”.
Unos cien años después se cifra la población rarámuri (en las
zonas descubiertas) de unos 60.000 indios que por aquel entonces
vivían de grandes superficies de laboreo que regaban en abundancia,
pues no es agua lo que faltaba precisamente en aquellas tierras.
Estos terrenos resultarían en un principio los más suculentos para
los usurpadores españoles, ingleses, y americanos (de EEUU) e
incluso y lo que es peor por los propios gobernantes mejicanos. Otras
zonas con temperaturas extremas, que pueden pasar de los 30º a los
-25 y alguna nevada ocasional, no resultarían tan apetitosas (de
momento).
Tanto los rarámuris,
como otros grupos habitantes de la sierra, y alrededores de
Chihuahua, han sido desalojados de sus territorios, despojados de
todos sus recursos naturales, de sus medios de supervivencia, de su
cultura; y no tardando mucho; es posible por desgracia, que hablemos
de una tribu extinta, de modo que lo que comenzó siendo una cruzada
religiosa, terminó convirtiéndose en una masacre, donde poco a
poco irían muriendo, no solo los hombres, sino sus espíritus.
En nuestros días, de los
21 municipios de que consta la Tarahumara, 17 son los que acogen el
mayor nivel de pobreza del estado prácticamente, justo en los que
habitan los indígenas (Rarámuris y Odamis (También llamados
epehuanos) los dos grupos más importantes).
Entre ellos siempre se
han ayudado para las tareas de siembra, para la construcción de sus
casas y otros menesteres. Existe entre ellos un término, el “Korima”
que no es otra cosa que un plan de ayuda espontáneo para los más
necesitados, aún cuando el benefactor tenga lo justo y menos para su
propia familia. Son las leyes naturales los que han enseñado al
indio las normas de supervivencia más elementales, y esas normas
obligan a devolver el favor cuando así lo exijan las circunstancias,
(CUANTO PODRÍAMOS HABER APRENDIDO DE SU MODO DE VIDA).
La producción es
básicamente de subsistencia donde el maíz conforma las tres cuartas
partes de la dieta diaria. Con el acercamiento obligado al mundo
capitalista, el rarámuri no ha hecho más que ir perdiendo sus
propios valores y los de su entorno, viéndose obligado a buscar la
subsistencia a veces mendigando, pues sus recursos ya no son sus
recursos, sus tierras ya no son sus tierras, incluso para aquellos
que se han visto obligados a vivir en cuevas como los animales, ven
peligrar su vida a diario porque siguen sin identificarse con esta
nueva cultura que todo lo arrasa y algunos tal vez prefieran morir a
claudicar de sus creencias.
De vez en cuando, algunos
indios ahogan sus penas, por medio del tesgüino o batarí, la bebida
tradicional, que se obtiene, como no podría ser de otro modo de la
fermentación del maíz; base de la subsistencia diaria, que junto a
la calabaza, algunas setas, hierbas algo de caza y pesca;
proporcionan prácticamente todos los nutrientes existentes.
Seguramente si un nutricionista hiciera un estudio en profundidad;
concluiría que los tarahumaras han vivido durante cientos de años
por debajo de los límites tolerables en cuanto a alimentación se
refiere; sin embargo han sobrevivido, relativamente bien hasta la
aparición del “conquistador”. Ha día de hoy, con la pérdida
paulatina de sus mejores recursos, el tarahumara está condenado
irremisiblemente al hambre y la miseria más absolutas por mucho que
sus “pies descalzos” les transporten durante kilómetros y
kilómetros al mismísimo cielo.
(Continuará...)