RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

7 oct 2023

N I C O L A S

 

Su nombre era Nicolás, de apellidos Del Río Saelices; sin comerlo ni beberlo, se encontró fusil en mano formando parte de un pelotón de fusilamiento; pero se negó a disparar a un semejante que batallaba en una guerra que no había pedido, en una guerra que había arrancado a aquel desdichado de un duro pedregal con el que intentaba sacar adelante a su familia. A consecuencia de este acto, hubo una leve y fulgurante investigación a raíz de la cual se comprobó que se trataba de un hombre (Nicolás) que luchaba por extinguir o al menos disminuir las injusticias palpables en la sociedad; esto junto con lo anterior, provocó que fuera inmediatamente enviado a primera línea de fuego y catalogado de rojo. Curiosamente, no le alcanzaron las balas “enemigas”; sino un tiro a quemarropa por la espalda; cosa que por supuesto se ocultó a los familiares.

Tenía otros tres hermanos y numerosas hermanas; de los primeros los dos más jóvenes se las arreglaban como podían en los diferentes oficios para mozos de los de aquella época; el siguiente por edad, fue enviado también a la guerra por el bando nacional.

Pasarían los años y por esas circunstancias de la vida, llegó a oídos del pequeño de los hermanos como había sido en realidad la muerte de Nicolás y quién había sido el fulano que se había prestado a dispararle. El sujeto era conocido por ser la ciudad pequeña y sucedió que en una de sus borracheras soltó lastre y relató todo el asunto con los más mínimos detalles, incluida la compensación que no había sido económica, pero le había devuelto a casa apenas cumplidos cinco meses de servicio a la patria y con un trabajo que ya quisieran muchos en aquella época.

Francisco del Río Saelices, decidió una noche seguirle hasta el otro lado de la ciudad, apretando con fuerza la navaja que llevaba en el el bolsillo de su chaqueta. Vio el momento propicio cuando el asesino orinaba junto al río, se acercó con sigilo por detrás, sacó la mano del bolsillo y cuando estaba a menos de medio metro, en vez de darle la vuelta para que se vieran las caras, le empujó por la espalda, cayendo de morros el traidor entre la hojarasca, momento en que Francisco con la rabia contenida soltó un largo “mecagoendiosssss” que se escuchó en Andalucía, mientras giraba por donde había venido con la navaja haciéndole sangre en la mano con destino a cualquier sitio.

Era Francisco de naturaleza más bien callada y como el resto de los hermanos de un carácter bonachón y más bien dado a ayudar al prójimo que a perjudicarle, y con el paso de los años, un día leyendo la página de decesos, tras soltar un “ya murió este hijo puta”, decidió contar lo sucedido a sus hijos... “este cabrón es el que mató al tío Nicolás”.

Su hijo mayor que era tan rebelde como su tío además de haber sido un cabecilla universitario muy reivindicativo; dijo en aquella ocasión que los culpables no eran solo los que le habían mandado cometer ese asesinato; sino las gentes como aquél que eran capaces de hacer cualquier cosa que les pidieran, bien por pura cobardía, o bien por un beneficio actual o futurible, y que así andaban las cosas en el mundo, pues mientras esos medio hombres estuvieran dispuestos a hacer cualquier “recado” de ese u otro tipo, los que hacían los encargos vivirían cada vez más tranquilos y serían más poderosos. Que no hacían falta guerras para matar y que para ello había diversas formas; un doctor mal formado o sin escrúpulos; un banquero, un general, un empresario o un político de cualquier nivel, podría con sus actos matar e irse a la cama tranquilamente...

Jamás he podido olvidar aquella breve diatriba y pienso cuanta razón tenía el universitario, pues cada vez son más los que traicionan a sus semejantes sin mirar donde ni a quien disparan, siempre serviles y serviciales con los que les explotan y les esclavizan obedeciendo sin rechistar órdenes a todas luces injustas que jamás querrían para ellos ni para sus seres queridos sin caer en la cuenta de que los explotadores no pagan favores de por vida y casi siempre llega el día en que les toca a ellos caer en la misma trampa a la que tan cobardemente han contribuido.