Tienen por Covaleda una
laguna helada, otra larga y hasta una negra como el pozo de una mina.
Tienen caminos con nombres extraños, como “el muchachón”. A
veces juegan al despiste y así “los tejeros” que uno definiría
como zona de tejos, resulta que se encuentran poblados por enormes
pinos centenarios. Esta gente gusta de “subir al pico”, y al
menos una vez al año se visten de piñorros ellos y piñorras ellas.
Tienen vestigios de siglos atrás, y aunque no faltan iglesias,
tienen pinos “con suertes” que casi tocan el cielo. Pero no queda
ahí la cosa, ¡no señor”; cuentan también estas gentes con una
“Piedra Andadera” que haría las delicias de un tal Iker no se
cuantos.
Son tal vez esas
“suertes” las que han conseguido o al menos ayudado en gran
medida a mantener una enorme masa forestal muy bien cuidada, y lo que
llama más la atención, es que prácticamente no haya incendios;
gracias seguramente a la veneración que la mayor parte de sus
vecinos sienten por ese espacio sagrado, pues aunque no todos tengan
“la suerte” de cara, todos consideran el monte tan suyo como los
leoneses su catedral aunque no la gestionen tan bien como los pinos
de Covaleda.
Desconozco la situación
económica de Covaleda o la cercana población de Duruelo de la
Sierra, que no podemos excluir al hablar del pico Urbión; pero es
evidente que invertir en estos espacios es un beneficio inmenso para
todos en el presente y en el futuro.
Y hablando de invertir,
pasemos al asunto que nos trae, “Desafío Urbión”;
casi nada, dos mil doscientos veintiocho metros de nada que se meten
entre pecho y espalda los participantes.
Esta especie de visita
turística (a la carrera), que ha atraído a un montón de gente de
diferentes procedencias, parece que va creciendo cada año un poco
más, prueba de ello es la colaboración de diferentes negocios,
incluida este año una nueva con Caja Rural que a tenor de lo visto
por el señor Tomás Mugarza seguro continuará e incluso se
ampliará.
Estamos hablando de una
zona turística en la que no estorban para nada, acontecimientos como
este que ayuda a mantener activos muchos negocios de la zona, comer,
dormir, pasar varios días, dar publicidad y hasta volver algún fin
de semana. Son de esa clase de acontecimientos que benefician a mucha
gente, no perjudican a nadie y permiten mantener el nivel de
habitantes de los pueblos que como vemos en otros lugares cae en
picado.
Pocas veces he escuchado
tantas alabanzas hacia el director de carrera (Sr. Vidal), o hacia el
Sr. Alonso, y si hablamos de los voluntarios siempre nos quedaremos
cortos, porque controlar un espacio tan amplio no es sencillo; marcar
con banderas en zonas concretas cada seis o siete metros no se ve a
menudo, y denota gran preocupación por los corredores y buena maña
para organizar carreras. La labor de los conductores, impecable,
incluso la organización pone un bus al servicio del personal que no
tiene tantas facilidades para subir y de paso disminuimos el tráfico
y la polución.
En cuanto al público, es
muy de agradecer su asistencia en tantos y distintos lugares del
recorrido, sobre todo en meta, por ello todos se merecen un
sobresaliente.
Todo confluye en
determinadas circunstancias, y una vez más aquí se escucho aquél
famoso cantar:
“Esta me la
apunto para el año que viene”.