RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

29 oct 2020

LA TEORÍA DE LOS CUATRO GRUPOS

 

Estamos viviendo tiempos revueltos; ahora al criado perfecto (siervo le llamaban en otro tiempo, que viene del latín: servus=esclavo) le llaman covid19, pero lo curioso es que del amo nada se sabe.

Salen a la luz ahora, no cosas nuevas, porque son inherentes al ser humano; pero digamos que ahora cierto tipo de conductas nos dividen más que nunca.

Así tenemos por un lado a los que prefieren no complicarse la vida y no tienen ningún problema moral para obedecer los mandatos “superiores”, incluso aunque no estén en absoluto de acuerdo; de ese modo, si tienen que poner mascarilla la ponen, si tienen que quedarse en casa se quedan y ya de paso si hay que criticar o alabar al gobierno de turno lo hacen sin problema y en ambos sentidos. Estos da la impresión de que dejan transcurrir su vida como autómatas que no son capaces de moverse por sí mismos.

Luego están por otro lado, los que no se sabe si lo llevan en los genes o tienen el coeficiente de astucia mucho más elevado que el resto de mortales; en estos casos, se adaptan a las circunstancias y siempre que pueden pasan de ponerse bozal, pero si aparece la autoridad se lo ponen inmediatamente; les vemos por ahí con la “cosa” colgando de una oreja, o bien por debajo de la barbilla, incluso sujeta de una muñeca, siempre prestos a enfrentarse a cualquier situación. Estos en mi opinión son seguramente los más felices de todos.

Existe un tercer grupo de personas que siguen por su camino, incluso cuando son criticados por hacerlo, piensan que llevar tapa bocas en según qué circunstancias no sirve para nada y así lo manifiestan a todo aquél que les pregunte, e incluso algo en su interior les impide ponerlo, salvo algún momento en que por justicia son capaces de hacer una excepción. Entre este último se reparte la felicidad y la infelicidad porque el enfrentamiento está más próximo a sus vidas.

Hay un cuarto grupo que critica constantemente y siempre en una misma dirección, son los peones de los partidos, y otro tipo de asociaciones. Si eres de la oposición, criticarás constantemente los actos del gobierno, y si eres del partido del gobierno los defenderás. A estos últimos les da igual que haya que poner o que haya que quitar, que haya que quedarse en casa o salir, su único estímulo es defender unas ideas que poco o nada tienen que ver con la población en general, y aquí no conozco excepciones. Sobre si son felices o no, reconozco que no tengo ni idea.

Dicen que existe otro grupo minúsculo que lleva lustros mangoneando a los otros cuatro, del cual poco o nada se sabe, pero yo de estos no puedo decir si están o no satisfechos con su vida, por aquello que cuentan de que el dinero no da la felicidad, aunque a tenor de los hechos si no les reportase felicidad alguna, no se empecinarían en hacerse cada vez más ricos a costa de los demás.

Veamos entonces; tenemos cuatro grupos con expectativas y conductas bien diferenciadas, y en este mundo en que vivimos, nos han inculcado a machamartillo, o más bien a martillazos, (me van a permitir que abrevie un poco de modo que no se ofenda nadie si no le cito) que o eres de los blancos o de los negros; musulmán o cristiano, del pp o del psoe, del madrid o del barcelona, y en todos los casos, salvo honrosas excepciones, cada uno tira a matar sin importarle en absoluto que tras esas ideas haya siempre un ser humano. (Mientras tanto, ese quinto grupo del que hablan se frota las manos y no para entrar en calor precisamente, porque dudo mucho que pasen frío).

Hasta el más listo o el más tonto (que nunca sabe uno quien es quien), puede deducir que las diferencias que nos podrían ayudar a prosperar, nos separan y un pueblo dividido es un pueblo partido en pedazos y lo que es peor; con poca o nula capacidad de futuro.

17 oct 2020

TELE NOVELA

 

Otra vez roto mi descanso a las cinco de la mañana; tras dos horas y media en la cama, el cuerpo o tal vez la mente, no se que me piden, pero el caso es que me desvelo totalmente.

Hoy me he acordado de Patricia, que me cuenta que a ella le pasa pero a las tres de la madrugada así que mirándolo así soy un afortunado dormilón.

Ayer me encontré en el descansillo del tercero con Marianela, está para comérsela, siempre correcta, super amable y con un humor que no hay día que no me haga reír. El caso es que la pobre tiene una mísera pensión que no se ni como es capaz de mantener ese estado de ánimo que para mí quisiera.

Le andaba yo contando que si quería le mandaba ya mismo una carta de recomendación a mi primo el Trampas que ocupa un puesto de relumbrón en el gobierno de los estados unidos y me suelta con ese tonillo tan simpático: -pero qué imaginación tiene usted don Marcial.

Igual es que no se creyó la historia de mi antigua vecina Bajar, que esa sí que ni pensión ni nada; una “mujer” con dos hijos viuda desde ni se sabe cuando, y con una hermana que está como una chota que no le da más que problemas y más problemas; y que es que encima es más mala que la tiña y siempre está pensando alguna diablura que no ha habido ser más malvado sobre la faz de la tierra.

Es normal que no se lo creyera, porque cuando le conté que con su madre, que se llamaba Letice no hacía muy buenas migas porque a la que quería más era a la mala, pues supongo yo que no le entraba en la cabeza que pudiera haber gente así; pero el caso es que ya ves, yo conocía una. Su padre harto de tanta injusticia se marcho a vivir con Bajar y sus dos hijos; dos niños encantadores por cierto, siempre sonrientes sin saber que en casa las pasaban putas para la manduca diaria y aquí la nota graciosa es que el mocoso estaba enamorado de una vecina a la que querían casar con un mafioso de poca monta.

Aún recuerdo yo (le dije) una vez que se les estropició el calentador y se tuvieron que bañar con un caldero de plástico de esos de los de la ropa, que al fin y al cabo es lo que hacían con nosotros de pequeños; pues no vea la de peripecias que tuvieron que pasar para poder arreglarlo.

Pero no se crea que la cosa queda aquí, porque un día vino la mala contando por el barrio que no, que el marido de la Bajar, pues que no, que no se había muerto, que se lo había tropezado por el barrio un día. Ye le he dicho lo malísima que era ¿verdad?. Pues eso. Y no crea que termina aquí la cosa, que va, que...

  • Don Marcial, que yo también tengo tele hombre.

No se; aún ando yo rumiando porqué diría lo de la tele. Quien sabe si sería eso lo que no me ha dejado dormir esta noche; porque me pongo a pensar y no caigo yo que me quiso decir con eso; además yo la tele ni la veo.

15 oct 2020

A L B U R

 

Hay en los mal llamados juegos de azar, que controlan desde el primer momento todas las posibilidades en el juego; una serie de refuerzos que para sí quisieran los mejores siquiatras y sicólogos del planeta tierra.

Existen una serie de estímulos que la propia máquina controla conseguidos a base de datos obtenidos de los ludópatas grandes o pequeños, que generan en el jugador la ilusión de triunfo, o cuando menos la posibilidad de éxito reciente, lo que induce al que participa del juego a pensar que tiene el premio cerca, incluso que tiene el control sobre la máquina.

Pobre infeliz, que poco sabe de los inventores de estas máquinas, que como he dicho antes, nunca dejan nada al azar y es que además como hemos escuchado tantas veces: “LA BANCA SIEMPRE GANA”.

Ha sido tan grande la cosecha de millones en este negocio, que otros avispados negociantes han llegado a la conclusión de que si sirve para esto, también servirá para otras cosas, y aquí estamos de nuevo en un mundo donde los medios de comunicación y sobre todo los de la cosa virtual juegan a ser trileros con todo aquello que desprenda tufo a irrealidad o inexistencia.

De modo que aquí estamos; nuestras vidas controladas gracias a nuestros guasaps, tuiters, instagrans, feisbuqs, buscadores varios y resto de “grandes hermanos” acoplados en tan poco espacio de tiempo en nuestras vidas. Y me pregunto yo ¿aún quedan seres humanos sobre la faz de la tierra sin aparatitos?.

Llevamos tantos años regalando amablemente (en ocasiones han sido préstamos y otras veces hurtos descarados) los asuntos más o menos relevantes de nuestras vidas que aquellos que tengan acceso a ellos, podrán coger el volante de nuestro destino y dirigirnos donde gusten, incluso en contra de nuestra propia voluntad.

Ya hay oradores que llevan años advirtiéndonos de los peligros que conlleva caer en las “redes”, pero como he dicho al principio, lo repetitivo y otra serie de parámetros nos han convertido en los nuevos ludópatas del siglo XXI, solo que en vez de jugarnos el dinero nos jugamos nuestra propia existencia.

2 oct 2020

E L I S E O

 

Mi madre murió cuando yo tenía la edad de tres años, mi padre falleció a los cinco aplastado por las ruedas de un carro que manejaba una mala mula. A pesar de todo, mis mejores recuerdos son los besos y las caricias que mi madre me prodigaba en sus pocos ratos libres.

A partir de los cinco, una hermana de mi madre me acogió en su casa por un corto periodo de tiempo, pues tras malvender toda mi herencia incluida la casa familiar, me mandó de criado para un pastor de un pueblo de la provincia de Zamora cuando aún no había cumplido los siete.

Eran malos tiempos para casi todo el mundo, y no era el mío el único caso de niño trabajando desde la más tierna edad para ganarse el pan diario; luego he sabido que hubo otros muchos niños que vivieron infancias mucho más terribles que la mía y supongo que como hice yo, se adaptaron a una situación que todos nos pensábamos que era natural.

He pasado muchas penurias en mi vida, incluso hambre; mucha hambre; incluso tiempos en los que les tenía que robar la comida a los perros del tío Jesús porque parece que le preocupaba más su alimentación que la mía, de modo que de cuando en cuando me las apañaba para mermar su ración de pan duro, que mojado en algunas ocasiones con le leche que sisaba de las cabras que paseaba a diario, me sabía a rosquillas. Para tal menester no me quedaba más remedio que migar el zoquete y ocultarlo entre los diversos bolsillos que tenía entre los pantalones y la chaqueta de pana que afortunadamente eran tan largos que me llegaban casi a las rodillas; con la calor me hacía una faja que ocultaba bajo la camisa y ni se notaba. En la zamarra poco podía ocultar o mejor dicho nada, porque el amo me la revisaba antes de mandarme con las ovejas al pastoreo.

En algunos lugares escondidos, tenía sendos cuencos hechos de unos cocos que el ama compró a un vendedor ambulante y que afortunadamente pude librar de la chimenea sin vislumbrar el uso que les daría más adelante.

Con el tiempo, siendo ya un adulto de once años, me pude fabricar unos reteles y los dejaba temprano bajo el agua a falta de carne, con algún trozo de pellejo y eso y una buena hoguera, ayudaban a matar algo que era más que gazuza, ya que en aquellos tiempos la hambruna era recia, pues una vez más la guerra vino a mermar aún más los pocos recursos de los que disponíamos los pobres.

No merece la pena contar más detalles sobre mi vida, salvo que me casé con una buena moza y aunque todos decían que el Eliseo era un hombre cabal y muy tranquilo; tengo que confesar que durante toda mi vida he extrañado sobre todas las cosas la ausencia de las caricias y besos maternos.

Dicen que el hombre ya ha llegado a la luna, tengo que reconocer que viajar ahora en el coche de línea, nada tiene que ver con ir y volver a la capital en la burra, pero a mí personalmente me dan miedo tantos avances; porque si ya nadie se acuerda de uno que está a un palmo aquí en la tierra ¿que será de la humanidad cuando la preocupación sean otros planetas?