En el deporte, como en la vida, no hay ganadores y perdedores como nos quieren hacer creer; el ganador no tiene que ser el primero que pise la meta, eso es un concepto materialista que sirve para algunos o para muchos, pero el verdadero ganador es aquél que llegue en el puesto que llegue se siente ganador.
En cuanto a los perdedores, eso que muchos asimilan a desperdicios humanos, a derrota, a fraude incluso; no son otra cosa que ganadores en potencia, que se han quedado en el camino, o que simplemente lo han interrumpido y en cuanto se lo propongan podrán cambiar su signo.
Nos enseñan que el éxito es el coche de lujo, la chica despampanante, el traje de marca, el puesto más reconocido. En el deporte por supuesto las medallas son el éxito para la mayoría; pero todo el mundo se olvida de que como dijo alguien “A veces la mayoría, solo significa que todos los tontos están del mismo lado”, y por lo tanto ya no son capaces de ver que el éxito no depende de los demás, sino de uno mismo, y que es el concepto que tenga uno mismo de su propio éxito, lo que marcará el camino y lo que marcará la diferencia entre lo que quieren los demás y lo que nosotros queremos.
Cada uno debe de ir tras su “éxito”; debe de aprender a no rendirse y sobre todo a no escuchar cantos de sirena. Para todos hay momentos de tempestad y de calma, lo importante tras la tempestad es no quedarse sentado esperando que nos llegue un viento favorable que nos deposite dulcemente en la playa, sino ir remando hacia ella, sin prisa pero sin pausa.
Son multitud los que están dispuestos a darnos consejos, pero casi ninguno está dispuesto a meditar antes de hacernos ese “regalo envenenado”, que incluso a veces ofrecen de buena voluntad.
Por desgracia, vivimos una serie de dictaduras a distintos niveles; económica, política, cultural y religiosa e incluso deportiva, donde unos pocos, tomas decisiones que afectan a muchos; y cuando esos “muchos” no están de acuerdo con esas medidas poco o nada pueden hacer para cambiarlas.
Creo que era Víctor Hugo quien decía: “A nadie le faltan fuerzas, lo que le falta a muchos es voluntad”. La película de “El guerrero Pacífico” nos lo enseña, el éxito está en el camino que iniciamos para conseguir una meta; en ese no estar parados, en ese ir remando hacia la playa; en definitiva en esa fuerza de voluntad que ponemos para continuar.
Al final la medalla podrá llegar, pero será un instante ínfimo comparado con la multitud de instantes que hemos vivido durante el camino; la medalla será el éxito para los demás, porque para nosotros el éxito será haber sido capaces de no parar de remar en ningún momento.
