RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

5 ago 2012

LA VIEJA TÁCTICA DEL DESPRESTIGIO


LA VIEJA TÁCTICA DEL DESPRESTIGIO

Casi todos alguna vez hemos hecho alguna crítica injustificada o al menos sin ninguna base que la sustente contra alguien; si era un compañero de clase, pudo ser porque era más listo que yo; si era un deportista, seguramente era mejor que yo corriendo; si estuviéramos hablando de un compañero de trabajo, seguramente era más eficaz que yo; si era una mujer es fácil que me hubiera dejado unos días antes.

En todos los casos, la falta de honradez, las pocas luces, la rabia y a menudo la envidia; sin duda me empujaron a decir lo que dije; buscando con toda seguridad bajar en algunos peldaños la opinión que las personas a las que me dirigía tenían sobre mi amigo, mi compañero, mi rival, o mi chica.

Afortunadamente no todos eran unos incautos aunque la gran mayoría me diera la razón, y alguno hubo que explicó mi error con elocuencia; entonces no quise comprenderlo, mi cerrazón, mi mal perder no me permitían aceptar lo que yo consideraba entonces una traición del que hoy día es mi mejor amigo.

El tiempo pasa, y aunque es totalmente falso que todo lo cure; tiene algo del efecto del aguarrás sobre la pintura; es decir que esta se diluye, pero nunca desaparece del todo. El tiempo pasa como decía y vamos sufriendo algunos cambios que si tenemos suerte a veces son pequeños, casi imperceptibles, y a veces son repentinos y violentos como una tormenta de verano; sea como fuere uno no suele ver las cosas igual con catorce que con cuarenta más.

Uno va comprendiendo que desprestigiar a los demás, sobre todo cuando es por nimiedades; es un recurso fácil pero rastrero y cobarde; uno se da cuenta de que el problema es que no sabemos perder, no tenemos capacidad de perdonar y por el contrario muchísima para odiar al prójimo por cualquier motivo; parece que el “ojo por ojo” que predican algunas religiones se nos ha metido hasta el tuétano, y sin embargo no nos han enseñado a meditar, a incluir en nuestros códigos de conducta que hay muchas posibilidades de hacer pagar al inocente si nos dejamos llevar de la rabia; y la historia nos demuestra que a veces, el “inocente” ha sido el hijo, el padre, o el hermano del que aplicó la ley con premura.

Vivimos en un mundo que ha evolucionado e involucionado; vivimos en la era digital, en la era del control absoluto; en una época en la que sabiendo lo que sabemos podríamos vivir todos felices y en paz; pero desgraciadamente las intenciones de los que nos gobiernan, y sobre todo, las de los que gobiernan a quienes nos gobiernan; están muy lejos de objetivos tan triviales que por lo general no dejan beneficios en sus enormes cuentas corrientes. Todos somos conscientes de que los políticos no buscan el beneficio de los ciudadanos, sino aumentar a costa de lo que sea, el poder que se deriva de sus cargos.

Hoy estamos viendo estupefactos, como los “talibanes” de ayer; los terroristas, los asesinos, viven entre nosotros, ¡si! ¡entre nosotros!; son nuestros vecinos, a veces incluso nuestros padres y nuestros hermanos.

Hoy aunque resulte difícil de creer, el enemigo a batir; los “talibanes”, son los funcionarios, los mineros, los médicos, los maestros, los bomberos, los parados, los hambrientos, incluso muchos policías que siguen aún besando los pies de sus amos; y sin embargo, asistimos presas del pánico a una terrible paradoja; el más desprestigiado de todos, resulta ser el propio gobierno.