Las
Olimpiadas del ego
Qué
importa, que la miseria, sea el pan de cada día, que a la gente la
echen, primero de su trabajo, luego de su casa y luego les tilden de
andrajosos y parásitos.
Qué
importa, que los niños pasen hambre mientras nuestros políticos
muestran a las cámaras su sonrisa más falsa, como si este solo
hecho fuera suficiente para calmar los mercados; como si fuera una
seña cómplice con los torturadores económicos que dominan los
mercados mundiales.
Qué
importa, que suban las tasas académicas, restringiendo la
posibilidad de ver crecer un país o que se criminalicen las
protestas ciudadanas que piden justicia.
Qué
importa, la venta de armas a sabiendas de las heridas que van a
ocasionar o qué haya niños, de muerte barata disparándolas.
Qué
importa, que niños sin infancia trabajen de sol a sol, en las minas
o haciendo zapatillas para las más prestigiosas casas comerciales si
hay beneficio.
Qué
importa, si se erosionan deliberadamente las posibilidades de
supervivencia de la población, al tiempo que aumentan los beneficios
de personajes sin escrúpulos, que abonados al hurto legal, han
llegado al convencimiento de que es inherente a sus cargos hacer
grandes fortunas en tiempo récord.
Qué
importa, despilfarrar en indemnizaciones, para pagar continuos
errores de funcionarios llegados desde la política en vez de hacerlo
habiendo aprobado una oposición.
Qué
importan, las indemnizaciones millonarias a altos cargos despedidos
“discretamente” tras ser “pillados” y trasladados
directamente a otro despacho, con similares características.
Qué
importa, si los defensores agreden a los ofendidos y los que ofenden
tienen el respaldo de las leyes.
Que
importa, si se fomenta la obesidad, la ignorancia, el acceso a la
enfermedad sin posibilidad de cura y hasta el desprestigio y
descrédito nacional cuando conviene.
Qué
importa, si potenciamos los nacionalismos, como si cada vecino
tuviera que llevar la bandera de su barrio, como si le fuera la vida
en ese trozo de tela.
Qué
importa si los mercados se estabilizan y desestabilizan a capricho.
Qué
importa, que los gobiernos se echan las culpas unos a otros, y se
olviden del ciudadano.
Solo
un escaso margen de la población saldrá beneficiado con estas
medidas dictatoriales que se empeñan en disfrazar de legales y
generadoras de grandes beneficios; tal vez no llegue a superar el 7%
de la población la parte realmente beneficiada, frente al 93%
restante.
Pero
qué importa, si formamos parte de ese 7% ¿verdad?.