NUESTROS gobiernos, se
han especializado en tomar decisiones, sin contar con la aprobación
ciudadana; no nos sirve aquí eso de que son nuestros representantes,
porque les hemos votado; pues estamos hablandode decisiones que ni
sus propios votantes apoyan, y que no figuraban en los respectivos
programas electorales del partido ganador.
Cuando la ley de los
beneficios manda, hay dos factores a tener en cuenta; el primero es
que en cuanto mayores sean estos, mayor será la satisfacción del
receptor; el segundo, en mi opinión el más importante; es como se
reparten esos beneficios. Pues bien, las leyes de los últimos años
tienen una clara tendencia; los beneficios terminan siempre en manos
de los que más tienen.
Si bien es cierto que no
existe (que yo sepa), un contrato por escrito entre nuestros
gobernantes y los votantes; si que podemos hablar de moralidad, de
sinceridad, de compromiso y responsabilidad entre otros valores.
Muchos votantes eligen en función del compromiso político para con
la sociedad, en la creencia de que las palabras se convertirán en
hechos. Nada más lejos de la realidad.
Parece como si NUESTROS
gobernantes se hubieran especializado en tomar medidas no a favor, si
no totalmente en contra de los intereses ciudadanos; y no estamos
hablando de intereses bancarios, sino de los más simples, el pan, el
trabajo, la cultura, el agua, la dignidad, la vida.
Cuando los servicios
básicos de un país, quedan en manos de trileros, no importa que
vaso escojas, porque con toda seguridad no habrá nada debajo.
Hasta las comunidades de
propietarios más pobres, cuando hay que hacer un gasto
extraordinario, convocan a los vecinos para que den su parecer y
aporten ideas. El gobierno jamás; no solo juega con cartas marcadas,
sino que cuando se descubre su juego, entran de inmediato en liza sus
matones y nos echan del casino sin mediar palabra, como si el
delincuente fuese el que descubre el juego sucio y no el que lo
practica.
Ya no nos queda mucho
tiempo para reaccionar de manera pacífica; cada día que pasa los
ricos son más ricos, y cuanto más aumenta su riqueza, más medios
destinan a protegerla y más aumenta la pobreza. Las leyes parece que
están para eso, de modo que muchas de ellas, al formar parte de la
propia trampa, son totalmente injustas, y carentes de auténtica
legalidad, con lo cual debería ser sencillo echarlas abajo. Otro
tema aparte merecen las fuerzas de seguridad, ahí lo que toca es un
importante trabajo de concienciación, pues por mucho que lleven
pistolas, son trabajadores al servicio de la sociedad, y están para
defenderla, no para avasallarla.
El político, tiene la
responsabilidad y el compromiso reflejado en sus apariciones
televisivas y sus programas electorales, y si no se cumple lo
prometido, solo una vía es posible; salir a la palestra y convocar
nuevas elecciones, al menos siempre les quedará el recurso del “no
pudo ser”.