Me ocurre a veces, que
tras determinados acontecimientos, un pequeño poso de melancolía,
se hospeda en mi mente como un polizón y me cuesta volver a la
normalidad.
Cada vez que tengo cita
en el Remoña me vuelve a ocurrir, tanto es así, que esos
inconvenientes de estar fuera de casa tan característicos en mí, en
este lugar desaparecen y ya comienzo a considerar Espinama como mi
segunda patria, al Remoña mi segundo hogar y a Jesús, Montse y
compañía como mis parientes cántabros.
Huyo en lo posible de los
halagos, pero a pesar de que en lo físico, no ha sido este
precisamente mi mejor fin de semana, no puedo olvidar las expresiones
de dicha de los comensales del Remoña; por no hablar de esa
fascinante tarta “tres chocolates”, la de naranja, los
pimientos de no sé que con queso de no sé cual, o el insuperable
sabor de las mollejas de cordero; no dejo de recordar la gigantesca
porción de tarta de queso con que me recibió Montse la noche del
viernes, ni el abrazo de oso que me dio Jesús en cuanto bajé del
coche.
El viernes aún andaba el
personal un poco atacado y entregado preparando bolsas y más bolsas
para los corredores; procurando que en ninguna faltase nada, al
tiempo que se ultimaban los detalles más diminutos para que todo
saliese a la perfección.
Un viaje para arriba,
otro para abajo; controlar lo que debe haber en cada avituallamiento,
que personas tienen que estar allí y en que minuto; poner todo en
orden para las charlas del sábado, la entrega de dorsales, los
monólogos el magnífico foto reportaje “A un km del cielo”;
así como preparar el templete para los músicos que disfrutarán
viendo como los asistentes se comen el queso y el jamón que tan
delicadamente corta el especialista, y se beben la sidra el vino y
otras bebidas; mientras escuchan canciones conocidas, mezcladas con
arreglos personales del grupo.
Por lo que se ve, la cosa
salió de cine, “tutti contenti”; de modo que es el
momento en que los cuerpos se relajan, y asoman ya sin miedo las
sonrisas de todos los colaboradores, mezcladas con rostros donde se
refleja el esfuerzo por haber llegado a la cumbre, no exento tampoco
de una enorme satisfacción por lo conseguido, que en un altísimo
tanto por ciento, nada tiene que ver con ganar a los demás, sino con
comprenderse a uno mismo y por lo tanto, con quererse.
Me ha gustado mucho
conocer nuevos deportistas y ver que en mi opinión, transitan por el
camino verdadero, que espero nunca abandonen.
Pude ¡por fin!, hacer el
recorrido completo del kilómetro vertical, que dicho sea de paso, me
ha parecido una maravilla, hasta el punto, que no me hubiera
extrañado nada de nada, ver a alguno de los participantes sentado
sobre una piedra disfrutando del paisaje sin recordar el motivo por
el que se había desplazado hasta allí. Son cosas que solo pueden
ocurrir en sitios como los Picos de Europa, y que de cuando en cuando
afortunadamente, ocurren.
Mi agradecimiento a los
conocidos y a las personas nuevas con las que he trabado amistad que
tan agradables han sido en su trato conmigo; en cuanto al resto, mi
agradecimiento también; porque si se dejan ver mucho por el REMOÑA,
que no duden, que al final, TODOS TERMINAREMOS SIENDO BUENOS AMIGOS.