Al hablar de la visión
de campo en un sujeto; muchos pensarán en su agudeza visual, en esas
zonas de pérdida parcial o total de visión, pero hay otros aspectos
sobre los que conviene meditar.
Dicen que las cosas no
son como las vemos, sino como las percibimos y al parecer no lo
hacemos solo con los ojos, sino que intervienen otros factores en ese
proceso, como los recuerdos, la mente, el estómago y hasta las
experiencias de nuestros antepasados.
Hay personas que perciben
el mundo como “zona de guerra” y mantienen de una tensión
constante, que desde luego no parece ser la mejor forma de vida.
Einstein rompió algún
molde con su famosa teoría de la relatividad, en la que relacionando
espacio y tiempo de un modo multidireccional, descubre, no solo que
uno no siempre está donde cree que está, sino que tampoco ve lo que
cree que ve. Y aunque en este caso estamos hablando de espacio y
tiempo, lo podemos extrapolar al día a día, e incluso si vamos un
poco más allá a la percepción que tienen algunos corredores sobre
la competición.
Ver las cosas de este
modo, tiene una gran importancia, puesto que encontrarnos puntos
diferentes de visión, implica aumentar nuestro área de
conocimientos, y por tanto nuestras posibilidades de actuar de modos diferentes.
No solo es posible que
dos personas tengan conceptos distintos sobre una misma cosa, sino
que un solo individuo, también es capaz de percibir un objeto o
situación de modo alternativo en función del lugar, tiempo o
circunstancia.
Existe otro factor
interesante, que nos permitirá vivir la misma experiencia con
sentimientos desiguales: “el estado de ánimo”.
En ocasiones somos
multi-observadores de lo irreal. A veces trasladamos la visión a un
nivel mental y solo vemos lo que imaginamos, no lo que realmente
tenemos delante. Podemos estar observando un tren parado en la
estación y en el plano mental un accidente, presente, pasado o
futuro. Las expectativas y los recuerdos, son otro de los factores
que intervienen en el menú; hasta tal punto que si son traumáticos,
pueden incitarnos a negar hasta la pura realidad.
Solo cuando somos capaces
de abrirnos a todos los campos existentes podremos vivir plena y
conscientemente; pues de otro modo, siempre le faltará una pata a la
mesa. El mundo es energía, y no solo no debemos cerrarnos en banda,
sino que debemos dejar que esta fluya a su antojo a través de
nosotros de forma natural.
Una cosa es que un sujeto
tenga el campo de visión defectuoso y no pueda alcanzar a distinguir
lo que se encuentre en ciertos ángulos del plano, y otra muy
distinta es que no quiera ver.
CONCLUSIÓN:
Todos o la gran mayoría
somos capaces de subirnos a un “tío-vivo”; pero mientras
unos se echarán unas risas y disfrutarán mientras dure, otros
estarán tan concentrados en si se rompen las cadenas que anularán
cualquier atisbo de disfrute y terminarán sufriendo cada vez más
hasta que un día decidirán (tal vez erróneamente), que el
“tío-vivo” no es lo suyo.