Desemparejado
Yo
salí con Silvy Krack, no lo digo para vacilar, solo que tiene
relación con la historia que les voy a contar, o más bien por
ella es esta historia.
Hace
algunos años ya de lo de Silvy; la cosa sucedió como tantas
historias de amistad y amor entre dos seres humanos, un tropezón en
la biblioteca, libros por el suelo, disculpas seguidas de sonrisas y
sonrisas seguidas de complicidad.
Durante
el primer contacto no hubo más, y durante meses simplemente saludos
cuando nos encontrábamos en la biblioteca, e incluso alguna
vez, en la calle.
Un
día coincidimos en el bus y cruzamos algunas palabras, que si no
sabía que cogías esta línea, que si “voy a visitar a una tía”
y casualidades de la vida, su tía era mi vecina de enfrente, una
mujer con media docena de hijos y una vida muy activa, de la que
nunca hubiera imaginado la edad, de no haber salido en una
conversación posterior.
En
opinión de Silvy, el hecho de mantenerse tan lozana (su tía), era
debido a que toda su vida había sido una gran deportista y al hilo
me contó que ella también lo era, que desde los once años no había
parado de correr; tras echarnos unas risas con la recurrida frase de:
“¿correr de quién?”, concertamos nuestra primera cita.
Aunque
tengo que reconocer que no nos conocíamos de nada yo ya tenía
fichado ese cuerpo del que se me reveló el rostro el día del
tropezón.
Silvy
era una auténtica belleza con un cuerpazo de once, una mujer
inteligente, agradable y con un montón de cualidades además de
deportista, lo que también me molaba.
Teníamos
unas largas conversaciones, durante las cuales yo perdía la noción
del tiempo; por no hablar de cosas más íntimas que me hacían
querer parar el mundo.
Todo
marchaba a las mil maravillas, hasta que comenzó a torcerse,
llegando a echarnos en cara cosas como “yo creo que estás
obsesionada con el deporte” seguida de “pues yo pienso que estás enamorado del sillón...”.
Tengo
que confesar que odio las discusiones, hasta el punto que haciendo de
tripas corazón, intenté salir a correr con ella un par de veces,
pero correr no es lo mío, no era capaz de aguantar con ella ni dos
minutos y pronto desistí.
Por
su parte ella tenía planes que incluían carreras, muchas carreras,
algunas de las cuales se desarrollaban sobre largas distancias, lo
que significaba fines de semana completos, con lo que hubo un momento
en que prácticamente ni nos veíamos.
Supongo
que una cosa lleva a la otra, de modo que un triste día cada uno tiró por
su camino a pesar de estoy seguro que ambos nos seguíamos queriendo.
Hoy
es el día en que aunque creo saber lo que pasó, sigo teniendo mis
dudas.
Lo
que yo pienso, es que nos centramos en el problema y no en la
solución.