VACUNADOS PARA EL MIEDO
Algo significará (digo
yo), que desde la aparición de gente pidiendo un cambio
de rumbo en la gestión política de estos últimos años, se haya
desatado tanto en los partidos grandes, como en los medios de
comunicación y empresarial, una guerra total para erradicar estas
conductas que piden aire fresco.
La propaganda fue y es
utilizada por la iglesia; entre otros, lo hicieron lo hicieran los
nazis y lo llevan haciendo los americanos desde hace décadas con
mucho éxito por cierto, y no hay ningún partido político en la
actualidad que no la utilice exclusivamente para sus propios
intereses.
Se trata en definitiva
(la propaganda), de la captación mediante
subterfugios de adeptos o fieles a determinadas ideas o productos,
con la finalidad de obtener un beneficio por lo general inmediato
para el propagador y al mismo tiempo lanzar mensajes que eviten que
las ideas de los disidentes calen en la sociedad.
Propaganda y manipulación
van de la mano, ya que en realidad se trata de vender, y para
que ello sea posible, ese “algo” tiene que hacerse atractivo por
más que provoque pánico al verlo o al oírlo.
La publicidad es por
tanto un engaño que se sirve de mecánicas extraordinariamente
complejas incluso de tipo sicológico para llevar al huerto al más
pintado, al más machote, incluso al más inteligente.
Llevamos observando desde
que nos dieron en los morros con este viejo tormento de la crisis,
como la población en general se ha empobrecido brutalmente en todos
los aspectos, y salvo unos pocos “privilegiados”, el resto de un
modo u otro ha sufrido en sus carnes los latigazos de los recortes,
otro invento que consiste en robar a la mayoría para dárselo la
minoría.
Sanidad, libertad y cultura entre otros, se han convertido en artículos de lujo; del trabajo mejor
no hablemos, y así podríamos pasarnos el día citando todos los
perjuicios que nos ha ocasionado una gestión desastrosa, que parece
más llevada de la mano de multinacionales que de gestores de la
política.
Ahora toca de nuevo
propaganda, y no tendrán problema en arramplar con lo poco que quede
en la caja con tal de poder seguir haciendo lo mismo que llevan
haciendo durante décadas, justo lo que ha originado esta cadena de
recortes e infortunios; es decir, quitar de lo nuestro y aumentar de
lo suyo.
Muchos aparcarán en un
rincón estos años de penurias y sufrimientos y se dejarán penetrar
por el miedo al cambio, que es (el miedo),
el primer paso para abrir los oídos a los cantos de sirena que les
convencerán casi con toda seguridad, de que esta vez por fin, sí
que van a cambiar las cosas, sin cambiar.