RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

18 dic 2015

LA TRAMPA




Corren tiempos complicados para la economía de andar por casa, la de los asalariados, la de los que más a menudo de lo que quisieran se enfrentan a dificultades por culpa de sus ingresos o de su ausencia.

Uno tiende a pensar que metidos de lleno en el siglo XXI, las cargas laborales deberían de haberse reducido significativamente, que el reparto de la riqueza debería de ser más proporcionado y que todo el mundo debería contar al menos con un techo y un mendrugo de pan.

Pero abres los ojos, y observas que tras muchos siglos de opresión, pocas cosas han cambiado e incluso asistimos a una regresión terrible de nuestros derechos y libertades.

A la apisonadora del poder, nadie le pone palos en las ruedas, sigue creciendo; cuenta en sus nóminas invisibles con organizaciones que dicen estar “al servicio de los ciudadanos del mundo”; y las utiliza para sus propios fines, para su propio lucro sin importarles los medios ni las consecuencias que obligatoriamente sufrirá la mayoría. 

Vemos como año tras año, los principios que eran icono en cada partido político se han ido diluyendo en el tiempo hasta perder sus valores iniciales, y convertirse en un conjunto desordenado de palabras carentes de significado real. También podemos observar cómo han ido recalando en la política gentes más afines con las mafias y las corruptelas que con las ideologías de partido, sea este el que sea. 

Por lo general el mundo nunca ha dejado de tener forma de pirámide, y lo que a día de hoy se presumía que debería haber cambiado, sigue como poco igual; es decir, millones de personas trabajando para unos pocos miles.

En época electoral se podría pensar que esos millones tendrían la sartén por el mango; pero nada más lejos de la realidad, un alto tanto por ciento de esa masa explotada parece resignada a su destino y por increíble que parezca es adicta a ideologías que van contra sus propios intereses, ayudando de este modo a crucificar a sus iguales.

Las elecciones estarían bien, siempre que los ciudadanos pudieran obligar a los gobernantes a rectificar cuando los intereses se vuelven demasiado opacos, cuando incumplan sus promesas o simplemente cuando con sus actos perjudiquen al pueblo. Pero mientras fiemos nuestros votos a simples promesas, estaremos perdiendo el tiempo y se seguirán cumpliendo dichos como aquél que reza así: “pan para hoy... hambre para mañana”.