RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

16 feb 2018

GENÉTICA EMOCIONAL



Todos o la gran mayoría hemos oído hablar alguna vez de la inteligencia emocional; algo por lo que todos hemos pasado alguna o muchas veces en la vida. La inteligencia emocional nos afecta cuando en medio de una negociación más o menos importante, somos acosados por nuestras emociones; pues bien del control de estas se derivarán comportamientos capaces de resolver la situación o incapaces de encontrar una solución.

Es posible que la emoción en la fase previa de un cazador de mamuts fuera un aumento de su frecuencia cardíaca, incluso puede que sin saber muy bien porqué se relamiera de gusto ante la posibilidad de una caza que le proporcionaría a posteriori un estado de relajación bien merecido.

La emoción es un estado transitorio, de modo que tiene un tiempo de caducidad por lo que en función de la pasión del individuo o del descontrol de su propia energía (tenía un repente que pa qué) el mismo estado emocional, en unos individuos, implica una actuación inmediata mientras que en otros a veces ni se llega a producir movimiento alguno.

Cuando la emoción se transforma en zozobra, hablamos ya de ansiedad; si de esta pasamos a la angustia y de aquí al temor, la probabilidad de que rechacemos cualquier salida lógica será bastante probable, en cuyo caso no habremos sido capaces de resolver la situación que nos originó aquella emoción.

La razón y la pasión se enfrentan a menudo en nuestras vidas, con la primera el acto de pensar sobresale del resto, con la segunda ese sentimiento tan intenso anulará la capacidad de diferenciar entre una y otra cosa, con lo que el resultado siempre será imprevisible.

La vida incluso para dos hermanos gemelos puede ser muy diferente, y a la hora de valorar la inteligencia emocional de cada uno, hay múltiples factores de los que echar mano; a veces pasarlas canutas puede ayudar a enfrentarse a diversas situaciones, a veces la repetición de un mismo acto también, la capacidad de observación de nuestro entorno también sirve; el temperamento, la motivación e incluso la capacidad de tomar decisiones influyen en gran manera.

Llegar a tener una alta cualificación en lo que a inteligencia emocional se refiere, se puede lograr con mucho trabajo, con educación, con la ayuda de los mejores padres y maestros, pero hay un factor que como en otras tantas cosas influye de un modo no determinante, pero sí importante, y esa clave no es ni más ni menos que el tipo de genes que hayamos heredado de nuestros ancestros.